Con tres perros cosecha en RÃo Negro un “diamante negro†que vale US$2000 el kilo/Por Pilar Vazquez
En Choele Choel, RÃo Negro, Humberto Castro utiliza los animales en una explotación de trufas; los secretos de la producción.
Para Janis, un ovejero
alemán de cinco años, Peperina, una beagle de tres y Floki, un labrador, llegó
su momento de descanso tras un arduo trabajo de tres meses junto al productor
Humberto Castro. Es que con sus patas, y mediante juegos, durante junio, julio
y agosto pasado le señalaron el lugar exacto en donde se escondÃan las trufas
negras o los “diamantes negrosâ€, como se suele llamar a este producto exclusivo
y gourmet, dado que un kilo puede superar los 2000 dólares.
Castro es un productor hortÃcola de la localidad de Choele Choel que en 2011 fue el primero en plantar este producto en suelo rionegrino. Trabaja junto a sus tres hijos en cinco hectáreas en donde además producen almendras, avellanas, nueces y un poco de cerezas.
Entre junio y agosto de este año, para esta familia, fue la tercera temporada de cosecha de trufas porque si bien las plantaron en 2011 tuvieron que esperar ocho años para que estos hongos del género “tuber melanosporum†crezcan en las raÃces de árboles como la Encina Española, el Roble Francés y el Carrasca.
El año pasado tuvo una particularidad: se unieron al emprendimiento familiar tres perros que obraron como “perros truferosâ€. Humberto contó: “Fue fantástico; nos facilitó mucho el trabajo y creo que cada año va a ser mejor porque para que un perro realmente sea considerado trufero tiene que pasar tres temporadas de cazaâ€.
Janis, Peperina y Floki llegaron a la vida del productor luego de que el año pasado, en octubre, uno de sus hijos contactara a Luis Gobet, un veterinario especializado en adiestramiento y comportamiento canino. “Me contó que tenÃa trufas y me preguntó si estaba dispuesto a entrenar a los perros. Yo sabÃa de la actividad porque habÃa leÃdo, pero no sabÃa que se hacÃa acá, en la Argentinaâ€, contó el veterinario.
Para él significaba todo un desafÃo pero, sin dudarlo, viajó hasta la ciudad cabecera del departamento Avellaneda para encontrarse con los Castro.
Después de una larga charla en la que el productor le explicó sobre la actividad y lo que necesitaba, el experto regresó con trozos de trufas que habÃan quedado de la cosecha, a Viedma, en donde lo esperaban los animales para empezar con el adiestramiento.
“Entrenamos a través de juegos y actividades que estimulen al perro a utilizar el olfato y de a poco asociar el olor de la trufa con esos juegos y actividades. De esa manera se coloniza las neuronas olfativas con el olor de la trufa y se graba en la memoria a largo plazo que es la que utiliza el perro a la hora de detectarâ€, detalló.
Luego los ejercicios de entrenamiento varÃan en dificultad, pero siempre van de menor a mayor hasta llegar a que detecte la trufa a 30 cm de profundidad, que es lo máximo en lo que puede crecer.
Pasaron entre cuatro a seis semanas hasta que comenzaron a reconocer el olor de la trufa e indicar el origen del mismo.
El 26 de junio pasado fue la prueba de fuego, cuando el veterinario viajó a Choele Choel con los tres perros. “Él resultado fue fantástico, una experiencia muy gratificante, por suerte los perros detectaban rápido las trufas y en todos los nivelesâ€, señaló.
Para esta práctica, el productor Castro cuenta que en otros lugares también se suelen usar cerdos, pero el problema es que “son más agresivos y se las comenâ€.
En 2011 los Castro plantaron 120 árboles con esporas de trufas. El año pasado se animaron a más y plantaron en dos hectáreas otros 500.
Implantar una hectárea de trufas, como dice Castro con “todos los chichesâ€, puede salir entre 15.000 a 20.000 dólares. “Primero se invierte y se esperan 10 años para que empiece a producir; antes de los 20 años ya está amortizado el gastoâ€, señaló.
Año a año va aumentando la producción. El primero sacaron 2,5 kilos, el segundo tres y en 2021 casi llegaron a los cuatro kilos.
Remarcó que en los libros de trufas los expertos aseguran que el “diamante negro†nace en lugares con un suelo “tremendamente†calvario y con ph arriba de 7,5 y a 600 metros sobre el nivel del mar.
Lejos de esos valores, su quinta de Choele Choel está a 270 metros sobre el nivel del mar, ubicada al lado de una laguna y rodeada por el RÃo Negro. “A pesar de que no están dadas las condiciones, a nosotros se nos dio y las trufas salen con un perfume extraordinarioâ€, dijo. Comenzó con esta actividad luego de haber recibido trufas de regalo tras una acción solidaria que realizó.

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