Miércoles, 05 de noviembre
REGIONALES

Vecinas de la tierra seca/Por Paula García*

Es viernes, arrancando la tarde, y el barrio El Progreso tiene bastante movimiento.

Es viernes, arrancando la tarde, y el barrio El Progreso tiene bastante movimiento. Se ven varios autos y unas cuadras antes ya se escucha la marcha peronista desde un auto con megáfono. Varios militantes de diversas agrupaciones se amuchan en las puertas del merendero “El abuelo Juan”. Están ahí para la recorrida barrial de algunos candidatos de las próximas elecciones. Los colores de los volantes, que luego irán a parar en las rejas de alambre y algunos agujeros de los ladrillos de las casas, contrastan con los tonos marrones y grises del paisaje de casas y casillas del barrio.

El merendero ubicado sobre la calle Dignidad destaca. Tiene un mural en la entrada y unas pocas, pero coloridas, plantitas en la tierra seca, con unos banderines que cuelgan al lado de una de las dos únicas canillas comunitarias que hay en El Progreso.

El barrio comenzó como un asentamiento en el año 2012. Se trata de 6 manzanas pegadas al barrio Castello entre la Av. Perón y la Ruta 1. María del Carmen Rodríguez -Mari-, vecina y trabajadora del merendero, fue de las primeras, con un conjunto de vecinos, en organizarse para tomar las tierras hace diez años. -Con mi hijo, con mi bebé que ya va a cumplir 11 años y mi hija que tenía a mi nietito de 1 mes, pasamos las mil y unas acá, yo tenía las fotos, los videos con las primeras inundaciones todo un campo inundado era esto, se veían las chapas no más-.

Recorrimos el barrio en conjunto con las organizaciones y candidatos. La mayoría de los vecinos salen de la casa a recibirlos. Somos escoltados por una jauríade perrosque parece crecer cuadra por cuadra.

Según un censo realizado en 2020 por el equipo de salud de MTE, en el barrio viven alrededor de 100 familias, de las cuales un 42% son niños y niñas y el 58% son adultos, la mayoría adultos mayores. Con respecto a las condiciones de las viviendas el 14% está en condiciones de hacinamiento, el 52% son viviendas de material, 36% en construcción y el 12% de madera y cartón.

Paz Esquerra, militante del MTE e integrante del equipo de salud, me cuenta que en el último tiempo se han anexado casillas al barrio que todavía no han podido censar. Mientras caminamos, las vecinas la saludan cuando pasamos por la calle y se detiene varias veces para hablar con varias personas.

 

El Progreso es un barrio popular. En diciembre de 2019 se aprobó por decreto la Ley 27.453 que establece el Régimen de regularización dominial para la integración socio-urbana de los Barrios Populares (RENABAP). Viedma fue una de las primeras ciudades en comenzar el relevamiento de los barrios, actualmente se encuentran registrados 7 barrios populares en la Comarca Viedma- Patagones, entre ellos El Progreso. Las compañeras cuentan que solo entran en el proceso de acceso a urbanización los barrios relevados hasta el 2018 y ellas insisten en que en el último tiempo los asentamientos han crecido e inclusive hay nuevas tomas.

A través del RENABAP los vecinos y vecinas pueden acceder al certificado de vivienda familiar que permite constatar el domicilio y solicitar la conexión de servicios públicos, así como certificar la posesión de la vivienda.

Hoy el barrio está en un proceso de urbanización luego de la presentación de un proyecto a Nación y demás gestiones con el Estado Nacional y Provincial. Se pueden ver en las calles, la delimitación del barrio y los cordones cuneta recién levantados, primera etapa de la urbanización, que se completará con la instalación de aguas, cloacas y las conexiones de luz.

Paz repite varias veces que para llevar a cabo la urbanización es indispensable contar con el acompañamiento de los vecinos y vecinas. -Son ellos los que están residiendo y construyendo el barrio, saben las problemáticas, las necesidades, así que lo que hacemos es organizarnos en asambleas barriales, cada manzana tiene un delegado o delegada que es el encargado de socializar la información de las reuniones que mantenemos con el municipio-.

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El merendero se levantó en el barrio a partir de un acuerdo con los vecinos y vecinas y del impulso de las compañeras y compañeros del MTE. El objetivo del merendero era tener un espacio sociocomunitario que focalice en las infancias, objetivo, dicen las compañeras, que con la emergencia sanitaria tuvo que verse reformulado y abrir el espacio de viandas para dar una respuesta que el Estado no dio frente a la necesidad de alimentos.

Mari cuenta: -éramos pocas las personas que podíamos venir a trabajar, con la pandemia eran pocas las compañeras, las que tenían problemas de salud en las familias no venían-. El merendero hoy produce alrededor de 150, 190 viandas de comida por día, de lunes a sábado, las compañeras comienzan a las 8 de la mañana y terminan a las 2 de la tarde. Cuentan con una boca de alimentos que viene de Nación, que retiran de una distribuidora local y se financian principalmente de donaciones que reciben de “padrinos y madrinas” que colaboran con el merendero. En él funcionan, además, otros espacios como apoyo escolar, espacios recreativos como el cine para niños, handball, básquet, una colonia de vacaciones, entre otros.

-Tener un espacio sociocomunitario de acompañamiento, que focaliza en las infancias, pero que al mirar a las infancias mira a las familias y a las problemáticas que se le presenta a las familias en los barrios populares se vuelve casi indispensable- afirma Paz.-Todos los procesos que implican la construcción de un barrio popular y lo que se construye con las vecinas y los vecinos no lo pensamos por fuera del movimiento, comprendemos una organización social que tiene una mirada política del trabajo territorial que viene llevando a cabo y eso no lo perdemos de vista-.

El Movimiento de Trabajadores Excluidos, organización en la que milita Paz y organiza a compañeras como Mari, tiene presencia en el barrio casi desde el comienzo.Como organización, el MTE tiene su origen como movimiento cartonero en el año 2002. Hoy es una organización Nacional que promueve la “economía social” mediante la formación de cooperativas de trabajo para los barrios populares.

Si bien la rama sociocomunitaria es la que funciona en el merendero, existe un trabajo articulado entre todas las ramas del MTE y algunas encuentran base en el barrio El Progreso, como la cooperativa “Nosotras desde abajo”, de la rama textil. Hace poco esta rama construyó su espacio pegado al merendero donde trabajan alrededor de 10 compañeras que elaboran productos con materiales reciclados bajo la técnica de termofusión.

Además de la rama cartoneros, la rama textil y la rama construcción, hay espacios transversales como es el equipo de salud, las promotoras contra la violencia de género y promotoras ambientales. Hoy está en proceso la apertura de un espacio de Vientos de Libertad, un dispositivo pensado para el abordaje de consumos problemáticos para jóvenes y adolescentes.

La construcción más vieja del terreno es una casita al fondo, donde vivió Juan, un exsacerdote que dejó los hábitos y eligió venir a vivir a un barrio popular, hace diez años. Juan no tenía hijos y quería que cuando él ya no esté ese terreno se convierta en un espacio para que los niños puedan venir a tomar la leche.

Así fue como en el 2018 el MTE en conjunto con los vecinos y vecinas del Progreso levantan la construcción que hoy es el merendero que lleva su nombre.

Hace unas semanas falleció Roberto, quien vivía en la casa que dejó Juan. Roberto era otro de los abuelos y referente del merendero, que, junto con Juan, estuvieron desde el comienzo. La casa cerrada, ventanas y puertas con polvo, rodeada por unos yuyos secos, refleja todavía la angustia de la pérdida de Roberto.

Se está pensando levantar una oficina en ese lugar que pueda funcionar con un espacio de encuentro más personal para las vecinas y vecinos, un espacio para acompañar las situaciones de violencia, como para hacer los trámites de Anses, RENABAP y otros pedidos que se gestionan desde el merendero para el barrio. Todo se colectiviza, las pérdidas y las ganancias también.

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Los perros hacen de timbre cuando llegamos a la puerta, Susana sale y las compañeras le comentan que están buscando a Silvia, su mamá, que salió beneficiada con insumos para el hogar que envía Cáritas. Desde el fondo de la construcción sale Silvia que renguea y se toma su tiempo hasta llegar a la puerta.

Las chicas del MTE no pueden empezar a contarle a que vienen ya que Silvia relata las veces que tuvo que ir al médico esta semana, -desde que me agarro esa enfermedad “de la que dicen” hace diez meses, me costó mucho recuperarme y me sentía tan mal que tenía miedo de haberme agarrado de nuevo-.

Silvia es una señora mayor, tiene unos anteojos de marco negro que hacen que sus ojos aguados se vean enormes, el vidrio es más chico que el marco y se ven ranuras a su alrededor. Tiene unas zapatillas blancas que están marrones de la tierra seca. Cuando las chicas le cuentan que quedó seleccionada para Cáritas con una heladera, una cocina y un calefón eléctrico Silvia le da gracias al cielo varias veces y levanta los brazos. Dice que necesita mucho la heladera porque la que tenía se la dio a su hija,quien se vino a vivir en la construcción que tiene adelante; y que necesita más arreglos en su casa después del último temporal: - hoy vinieron los políticos y dijeron que podían traernos unas chapas-.

Mientras las chicas del MTE le quieren pedir los datos, Silvia no para de hablar de lo mal que está ganando su nieta, que se la trajo a vivir a su casa porque no tenía donde ir. Silvia además vive con Carlitos hace más de 9 años, -y no lo quiero echar-. Carlitos nos saluda desde el fondo de la casa apenas llegamos, una espiga debajo de su camiseta blanca. Nos cuenta de su hija y de sus problemas de salud mientras las chicas escuchan, pero insisten con los datos de las personas que viven en la casa, como acto reflejo Silvia saca su DNI del bolsillo. Después vuelve a paso lento, otra vez, a buscar el DNI de Carlitos de quien no recuerda su apellido y los datos de su nieta para que se los leamos, ya que ella no sabe. Antes de irnos Silvia les agradece y vuelve, un par de veces más, a agradecer al cielo mientras levanta sus manos.

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En el merendero se están preparando para la tarde de cine, una palangana arriba de la mesada se va llenando de pochoclos que una de las nenas del barrio, con ayuda de una compañera saca de la pochoclera recién estrenada. Otras acomodan el proyector, una lee cuentos. Todos los niños y niñas les dicen “seños”.

Mari es referenta del merendero, aunque ella dice que no se siente así, que ella es una vecina más. Mide los tiempos en la edad de sus nietos e hijos, me cuenta que el merendero se fundó hace 3 años, ya que su nieto cumplió 3 en octubre. Mari recuerda que no pudo estar presente porque tuvo que viajar a verlo a General Roca cuando nació prematuro: -recién empezaba esto y yo viajando a Roca-.

Mari venía de correr varios kilómetros porque le encanta, las veces que la vi siempre está de calzas deportivas, zapatillas y anteojos de sol. Y según dice en el merendero como en la vida es siempre “mari, mari, mari de acá mari de allá”.

Mari habla tranquila dice que ya está re acostumbrada, que en internet voy a encontrar muchas entrevistas de ella. Mientras hablamos en un banco, las chicas tapan las ventanas para que pueda verse el proyector y la película infantil que toca ver hoy. -Es relindo yo me he acostumbrado un montónacá, cuando no vengo siento que algo me falta. Una que aprendes muchísimo, yo cuando me separé hace 10 años y, no era lo que era antes, antes siempre trabajé, siempre salí a correr, pero lo que estoy haciendo ahora, lo que aprendí desde que me separé a que entré al merendero 100x100. Me cambió la vida, ya no permito que los hombres me hagan mal, que me traten mal. Ahora soy yo la mala-.

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La plaza del barrio Mi Bandera los sábados a la tarde se llena de gente, se arma una fila de manteros y mesitas donde la gente va a vender sus cosas. Hay un parlante con música y una canchita donde los pibes juegan a la pelota. En la plaza no circula dinero, hay un sistema de cupones donde los vecinos y las vecinas intercambian ropa, comida, elementos de cocina y juguetes, entre otras cosas.

A un costado de la plaza y en contraste con los colores cálidos y terrosos de la tarde hay una ronda de camperas violetas. Son las camperas de las promotoras de género del MTE.Hay varios termos y mates, y una serie de tuppers enormes donde hay una cantidad excesiva de tortas de diferentes tipos, excesiva en relación con la cantidad de compañeras que se reúnen esa tarde para charlar. No solo están presentes las compañeras del sociocomunitario del Progreso, sino que además convocaron a compañeras de otras ramas, como las cartoneras.

La mateada feminista, como ellas le dicen, quiere poder juntar a las compañeras de diferentes ramas. En la ronda de presentación varias insisten en dejar en claro que es importante que sepan que las compañeras están a disposición.

El proyecto de promotoras surge a partir de una capacitación que se brinda desde el MTE nacional con el objetivo de realizar una formación de compañeras de base como “promotoras territoriales contra la violencia de género”, entendiendo que son las compañeras, referentes barriales, quienes ocupan hoy el lugar de prevención, promoción y acompañamiento que el Estado no realiza, para mujeres víctimas de violencia de género.

-Nos empezamos a reunir con las compañeras que estaban interesadas en la temática y nos empezamos a capacitar en conjunto, desde la horizontalidad asamblearia, discutir la problemática y de justamente problematizar las nociones que están más arraigadas y naturalizadas, es ahí donde se interviene más fuerte para introducir una perspectiva de género integral- afirman las militantes del MTE.

Durante la ronda las compañeras hablan de sus experiencias y hay relatos que se repiten. La compañera del textil dice que a ella le costó mucho salir de donde estaba, que -ella también volvió-, que le costó entender pero que ahora no deja que nadie la maltrate.Otra compañera cuenta que ella quiso ayudar a su vecina pero que es muy difícil cuando te metes, -después ellos se arreglan y vos terminas mal con el tipo-; -yo la quise ayudar, le di todos los números, cuando los necesite va a llamar-.

Las compañeras insisten en la importancia de, sobre todas las cosas, no juzgar, escuchar, y sobre todo colectivizar, poner en común lo que pasa y lo que es acompañar situaciones de violencia por razones de género.Jugamos al juego del semáforo, leemos frases y situaciones. Rojo, amarrillo y verde.

“Brian no la deja salir vestida con pollera corta”. Nos reímos. -Yo creo que eso es para luz roja, porque yo me visto como quiero y nadie te tiene que decir cómo te tenes que vestir- “Mi novio me espera a la salida de la escuela”. Verde

“Mi marido cuida a los chicos cuando yo voy a trabajar”. La compañera se emociona, le tiembla el labio, pero habla. Habla de que a veces hay abusos en las casas, y que hay que tener cuidado con los más chicos. Rojo.

Hablamos de lo que se nos enseña por ser mujeres. -Eso que llaman amor es trabajo no pago- dice alguien.

En la rama sociocomunitaria son todas mujeres, en el textil también. El merendero “Abuelo Juan” nuclea alrededor de 32 compañeras. Las tareas del socio comunitario son tareas de cuidado, y en época de pandemia ninguna de esas tareas se detuvo.

Mari fue de las primeras en empezar a trabajar registrada en el merendero -Nos anotamos, trabajamos 3 o 4 meses sin cobrar y ahora tenemos un sueldo, doble sueldo y trabajamos 5 horas, a veces 6, más las otras que hacemos. No solamente yo cocino, hacemos las reuniones, el espacio de violencia, después las marchas, las asambleas. Yo participo en todo y también estoy en el ropero que me traen ropa y repartimos. Ayudo mucho a los abuelos, ahora que se paró la pandemia no tanto, pero ayudábamos muchísimo a las personas que tenían COVID, más las personas aisladas-.

Según datos del INDEC (2014), las mujeres destinan en promedio seis horas diarias a las tareas de cuidado, mientras que los varones sólo dos. Para las compañeras del MTE, la primera es la jornada de trabajo en la unidad productiva -el merendero- que, en los procesos de economía popular, puede implicar largas jornadas de trabajo, desde la alimentación, cuidado de niños y personas mayores. La segunda jornada de trabajo se realiza en sus casas con las tareas de cuidado; y la tercera se cumple con las tareas del movimiento en el cual se organizan.

Los debates en el MTE en torno al reconocimiento de estas tareas de cuidado como tareas feminizadas y de reproducción social comunitaria, llevaron a la conformación de la rama sociocomunitaria en el año 2019, con la necesidad de reivindicar estos espacios y de autogestionar las políticas de cuidado y alimentación de los barrios populares, generando merenderos, guarderías, ollas populares, actividades culturales y recreativas en más de 400 barrios del país.

Las camperas violetas dicen MTE mujeres y reivindican la experiencia de feminismo popular, que para ellas es clave para que muchas mujeres de la economía popular y de sus barrios accedan a derechos, dentro y fuera del movimiento. Verde.

Hablamos de cuidados, del círculo de la violencia. Rojo, amarillo, “verde, pero depende”. Se terminan los papeles y la tarde. Casi nadie come torta y los tupper vuelven llenos al merendero.

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La tarde casi termina en el merendero “Abuelo Juan” 10, 12 niños y niñas miran una película y ríen con tazas repletas de pochoclos.

 

*Escritora, Psicóloga Social y Estudiante de Comunicación Social

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