“Rayuelaâ€, un cuento infantil de Claudio GarcÃa
Hace pocos meses atrás el periodista y escritor Claudio GarcÃa editó “La lección de los pecesâ€, que reúne cuentos de literatura infantil, con dibujos de Simón Salamida.
Hace pocos meses atrás el periodista y escritor Claudio GarcÃa editó “La lección de los pecesâ€, que reúne cuentos de literatura infantil, con dibujos de Simón Salamida. Fue impreso en Ciudad de Buenos Aires por “Editorial Autores de Argentina†y se presentó en la última Feria Municipal del Libro en Viedma. También comenzó a circular en escuelas. Se encuentra a la venta en las librerÃas de Viedma pero también se comercializa como ebooks en las plataformas www.amazon.com, https://books.apple.com y https://play.google.com. El autor informó que cede la edición digital gratuita para las y los docentes, escuelas y bibliotecas que lo requieran, para lo cual sólo deben contactarse a claudio.garcia4262@gmail.com. En la contratapa del libro se señala que: “Claudio GarcÃa despliega en este libro doce cuentos de literatura infantil, con variadas ideas y argumentos, que además están acompañados por bellas ilustraciones de Simón Salamida. Se destaca la unidad de la obra, pensada para entretener y enriquecer la experiencia de niñas y niños de 6 a 9 años, aunque, como toda literatura, cualquier lector sin importar la edad puede quedar atrapado también por la riqueza artÃstica y lúdica de las historiasâ€. Reproducimos uno de los cuentos, “Rayuelaâ€:
RAYUELA
En mi barrio desde hace muchos años que ningún chico juega a la rayuela. La culpa la tuvo un viejo brujo, que era muy cascarrabias. Le molestaban los ruidos que hacÃan los chicos cuando utilizaban la vereda de su casa para sus juegos. Sobre todo en las tardes en que se dedicaba a dormir la siesta. Cuando le perturbaban su sueño, el viejo salÃa y los amenazaba: “¡Vayan a jugar a otro lado, que un dÃa me van a cansar y la van a pasar mal!â€.
Los chicos, como pasa con todo chico, sólo hacÃan caso un rato, pero luego retomaban sus juegos en la vereda.
El viejo tenÃa una larga barba cana que hacÃa recordar a la figura mÃtica de MerlÃn o de algún otro brujo o mago que veÃan en historietas o dibujitos animados. Pero aunque todos dijeran creer en ellos era todo de mentiritas porque realmente no temÃan que las amenazas se pudieran cumplir.
Los chicos solÃan jugar a la rayuela. Sobre todo porque la vereda del viejo era de cemento y eso permitÃa dibujar con carbón o tiza esa especie de tablero o mapa del juego, con su medialuna de inicio con la palabra tierra, los ocho casilleros -otros niños dibujaban 10-, y la medialuna final con la palabra cielo.
Una tarde volvió a pasar que el viejo salió enojado de la casa y les gritó: “¡Fuera de acá, que no me dejan dormir!â€. Pero a diferencia de otras veces, la amenaza fue distinta: “¡El próximo que juegue a la rayuela en esta vereda, saldrá volando al cielo!â€.
La amenaza era medio rara y los chicos, como otras veces, no le dieron importancia. Por eso al otro dÃa volvieron a dibujar la rayuela en la vereda del viejo y se pusieron a jugar. Esa vez algo cambió. Uno de los chicos, llamado Miguel, al llegar al último casillero y pisar victorioso “el cieloâ€, mágicamente desapareció. Se esfumó en el aire.
Todos se sorprendieron y se asustaron. No cabÃa un error o una falsa impresión. Eran cinco chicos que habÃan visto lo mismo: Miguel esfumándose. Su cuerpo se disolvió en un segundo como humo.
Todos fueron a buscar a los papás de Miguel y a sus propios padres. A pesar de que se veÃa en la cara de los chicos la expresión del miedo, los adultos no podÃan creer que Miguel desapareciera. Lo buscaron por todas partes y, finalmente, aunque se resistÃan a creer la versión, golpearon furiosos la puerta de la casa del viejo para que respondiera a las acusaciones. Pero el viejo ya no estaba en la casa. Primero los padres se cansaron de golpear. Luego fueron a buscar a la policÃa, que al derribar la puerta del viejo no encontró a nadie. El viejo habÃa desaparecido. Miguel habÃa desaparecido. Y en los meses siguientes también otros chicos desaparecieron. Porque los chicos, como todos los chicos, a las pocas semanas fueron venciendo el miedo y se animaron a jugar de vuelta a la rayuela en esa misma vereda del viejo.
Todo empezaba con las bravuconadas comunes. “¡A que no te animás a jugar a la rayuela!†Un chico provocaba a otro, éste le respondÃa. Finalmente alguno se animaba y terminaba desapareciendo. Tres niños más desaparecieron del barrio, hasta que los vecinos, venciendo ya toda duda o incredulidad por el origen de esas desapariciones, destruyeron con picos y masas la vereda de cemento del viejo para que nunca más nadie pudiera jugar a la rayuela en ese lugar. A pesar de la búsqueda incansable de los padres, de las investigaciones de la policÃa, de las denuncias públicas, por meses nadie supo nada ni de los chicos ni del viejo brujo.
Después de las desapariciones a nadie le quedó duda que las presunciones anteriores de la gente del barrio sobre las capacidades mágicas o sobrenaturales de esa persona con barba blanca eran reales.
Un dÃa amaneció como con mucha niebla, prácticamente nadie veÃa nada. Pero resultó que no era niebla, era una nube de la que bajaron Miguel y los otros chicos que en su momento habÃan desaparecido. En realidad el viejo habÃa cumplido su amenaza de mandarlos “al cieloâ€. Los chicos no recordaban nada. TodavÃa tenÃan como última imágenes el juego de la rayuela y el momento en que, triunfantes, iban a pisar la meta del cielo. Luego nada más, sólo una sensación de haber volado.
A los pocos dÃas reapareció también el viejo brujo. Era un dÃa de lluvia y de pronto se sintió un gran estruendo. Un rayo habÃa caÃdo en medio de la plaza y cuando algunas personas se acercaron se toparon con el viejo brujo, con su barba un poco chamuscada, pero vivo.
Los padres de los chicos que en su momento habÃan desaparecido, aunque estaban felices de haber recuperado a su prole, no perdieron el rencor contra al viejo, al que culpaban del drama que pasaron. Lo llevaron a la policÃa y terminó todo en un juicio. Pero el juez no pudo aceptar como verdadero ningún testimonio.
¿Quién podrÃa dar como válidas esas historias fantásticas de rayuelas que se tragaban a los chicos, de una nube que meses después los hizo retornar al barrio y de un viejo que presuntamente habÃa causado todo con una maldición y luego de desaparecer a la par de los chicos reapareció un dÃa con un rayo?
El viejo brujo entonces quedó libre y volvió a su casa, aunque está vez se ganó la total desconfianza del barrio y todos le quitaron el saludo.
Cuando lo ven venir se cruzan de vereda.
Si bien ya muy pocos se acuerdan de toda esta historia, algo ha quedado, como un mito del que no se dice mucho pero se sabe. Por eso en mi barro ningún chico juega a la rayuela.
Ilustración: Foto tapa del libro y dibujo que acompaña “Rayuelaâ€

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