Un relato de lucha y tenacidad: Adriana Fabi es la primera mujer en alcanzar la máxima jerarquÃa policial
“Ahora las chicas tienen el camino hecho. Esa promoción del ‘88 fue forjando ese camino. Fue una locomotora que rompió, y las pares vinieron por detrásâ€
“La historia la escribo desde el diseño. Desde romper y trazar el caminoâ€, dijo. Hoy vivió uno de los momentos más emotivos de su vida. “No quiero retirarme sin dejar una semilla en la gente. En los jóvenes y en los paresâ€, reflexionó.
Fabi asumió este año como directora de ToxicomanÃa y Leyes Especiales. Cuenta con amplia experiencia en la fuerza, ocupando espacios de conducción y formación en diferentes ciudades.
Comenzó a escribir esta historia en 1988, cuando integró el primer grupo de mujeres que se formó como oficiales de la policÃa. “Ya habÃa mujeres en la policÃa, pero en otros roles, no en conducciónâ€. Entre sus compañeros estaba Osvaldo TellerÃa, hoy jefe de la PolicÃa.
“En esa época, tenÃamos el secundario completo, pero no nos validaba para puestos de trabajo. La institución invitó a las mujeres. Nos inscribimos 50 mujeres y 19 superamos los dos años de formación. TenÃamos la misma formación que el varónâ€, recordó Fabi.
Rememoró que esos primeros meses de trabajo como oficial ayudante no fueron sencillos. “Comenzamos en las comisarÃas, trabajamos con pares más jóvenes y otros de muchos años de servicio que les costó entendernos y recibirnos. Pero ya estábamos ahÃ, insertadas en las comisarÃas, abriéndonos paso. En la comisarÃa veÃa esos señores mayores, como mi papá, con bigote y mucha autoridad. Pero salimos entrenadas para ser oficiales y empezamos a formar la carreraâ€, contó.
Poco a poco, la carrera policial se comenzaba a complementar con la vida, la familia y los hijos. “Empezó a llegar el rol de mamá y esposa, y hubo que organizarse. Con el tiempo esa promoción del ‘88 empezó a desgranarse, porque surgieron diferentes situaciones familiares y no todas fuimos tratadas igual. Muchas decidieron dejar la policÃa. Continuamos muy poquitasâ€, admitió.
Las mujeres que lograron continuar la carrera policial, se convirtieron en las primeras oficiales femeninas en ser designadas jefas de unidades. Fabi estuvo al frente de establecimientos de formación policial en Bariloche y Villa Regina: “Eso me nutrió mucho porque me hizo recordar mis inicios. Ver a los chicos y chicas con esas expectativas me llenaba de alegrÃaâ€.
“El oficial tiene que conducir. No es solo mandar. Hay que conducir. Y para eso nos preparamos. No se trata de ser varón o mujer, hay que preparase y tener vocación. Elegimos un servicio público para toda la gente. Estar aprestos al llamado y a la urgencia, me apasionó siempreâ€, relató.
Más adelante, la comisario general debutó como jefa de una Unidad Regional en Cipolletti y aseguró que esa experiencia “me encantó†porque “es una ciudad hermosa, con mucho ritmo y mucha demanda, pero no me cansó. Yo elegà ser policÃa y prepararme para dar seguridad a los demás. Eso me apasionaâ€.
El rol social de la mujer en la policÃa
Fabi entiende que la sociedad se modificó notablemente desde aquellos años 80 en los que eligió ser oficial de policÃa. “El tejido social se empezó a disgregar, ya no hay lugares de contención para los más jóvenesâ€, aseguró y entendió que la mujer “está al abrigo, al abrazo; no está solamente para la oficina, está para la parte operativaâ€.
“Ahora las chicas tienen el camino hecho. Pero esa promoción del ‘88 fue forjando este camino. Fue una locomotora que rompió, y las pares vinieron por detrás. La mujer ha ganado sus derechos en la instituciónâ€, sostuvo.
Aseguró que la única diferencia dentro de la fuerza “es la responsabilidad que tiene cada uno por el cargo que ocupa, después el trabajo es el mismo, seas hombre o mujer: brindar seguridad y estar disponible por el otroâ€.
“Yo quiero que mi vida sea un testimonio legÃtimo. Esto está pensado para la mujer, que no tengan los tabúes de que esta fuerza es para el varón solamenteâ€, aseveró.
“En los momentos que me sentà débil o cansada, recordaba mi meta de llegar a comisario general. Trabajaba en eso. Me preparaba con formación. Nunca dejé nada al azar ni a la improvisación. Hay una meta, un logro. Una familia aplaudiendo. Un papá lleno de orgullo, que allá en el ‘88 me firmó la autorización para ingresar a la fuerza. Le prometà llevar el apellido muy alto, y acá estoyâ€, recordó emocionada, sin poder ocultar las lágrimas.
Dejó un mensaje final, para aquellas mujeres que estén analizando sumarse a la fuerza: “Que se atrevan, que se preparen. Nadie les va a cerrar las puertas. Cuando la convicción está en el corazón las piernas llegan a la meta. Pero la convicción tiene que estar en el corazónâ€.

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