Domingo, 02 de noviembre
PROVINCIALES

Hoy fui a la panadería/Por Jorge Castañeda

Para mí, se llevan todas las palmas las panaderías, como las que supe conocer en Valcheta con los típicos hornos a leña, y ese incomparable aroma del pan horneándose. Un lujo para el olfato.

Cada comercio tiene sus aromas u olores particulares. Sobre todo los de barrio. ¿Quién no se acuerda de los aromas tan apetecibles y característicos de una quesería? ¿O los de venta de café como Bonafide y otros? Aún las mercerías (quedan pocas) tienen su sello distintivo, lo mismo que las jugueterías, pero nada puede igualar a los viejos almacenes de ramos generales de los pueblos, al igual que las farmacias o boticas, los herbolarios o los comercios de productos naturistas.

Sin embargo, para mí, se llevan todas las palmas las panaderías, como las que supe conocer en Valcheta con los típicos hornos a leña, y ese incomparable aroma del pan horneándose. Un lujo para el olfato.

Hoy, por ejemplo, después de la siesta fui a la panadería de mi barrio: “El sueño”, y durante un rato me deleité ante los escaparates de las facturas, esas tan tradicionales que solemos apetecer con gula los argentinos.

Y, sin poderme contener pedía una docena, eligiendo dos de cada variedad. Y el placer es doble porque en vez de esas horribles bandejas de plástico envueltas en papel film me las envasaron en las tradicionales bolsitas de papel. Y como la tentación pudo más compré también dos tortas fritas rellenas con jamón cocido y queso. Son un verdadero manjar.

Y volvía caminando a mi hogar haciendo mentalmente una relación de los nombres de las distintas facturas, y me dije este es un buen tema para una crónica breve. Y bueno…

Comencé por supuesto con las más universales: las medias lunas saladas o dulces, y me recordé haber leído que su nombre nace de una leyenda que cuenta que las medias lunas fueron creadas para espionaje de sus ocupantes turcos, dado que es uno de los símbolos de su bandera. Y conocidas universalmente por obra y gracia de los franceses que las llamaron “croissant”. Se me hace agua en la boca.

En cambio hay otras con un nombre más plebeyo pero igual de exquisitas y de consumo masivo: las tradicionales “tortitas negras” también llamadas “cara sucias”.

También están las famosas “vigilantes” que también tienen prosapia y su propia historia, relacionada con los agentes del orden.

Las “bombas” y los “cañoncitos” (vaya con sus nombres cuarteleros) son una delicia a pesar de su mensaje belicista pero en cambio los “sacramentos”,  las “borlas de fraile” y los “suspiros de monja” tienen una historia más casta y beata. Son una verdadera tentación a la hora de tomar mate.

Las “cremonas” con crema pastelera lucen con buena cara y siempre traigo alguna. Y los “churros” y las “berlinesas”, una verdadera fiesta.

Hoy fui a la panadería y con una sonrisa en los labios salí con la docena de facturas para, como tiene por costumbre el poeta, merendar con te sin azúcar.

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