Algo tenemos que hacer/Por Jorge Castañeda
Hemos entrado en los umbrales de un siglo vertiginoso en el que pareciera que ya no hay lugar para las viejas utopÃas ...
Hemos entrado en los umbrales de un siglo vertiginoso en el que pareciera que ya no hay lugar para las viejas utopÃas que en su momento dieron esplendor a la historia de la humanidad, como por ejemplo el siglo de oro de Pericles en Grecia, el Humanismo y el Renacimiento.
Los valores éticos que nos dejara el cristianismo parecen haber sido dejados de lado en un recodo del camino. Y hoy solo cuenta un hedonismo apático donde el hombre no es más que un engranaje de una maquinaria cruel y alienante que lo reduce e insectifica.
El Mahatma Gandhi al observar con desencanto y dolor la decadencia en todos los órdenes de esos valores arrasados por una modernidad sin clemencia que se lleva todo sin dejar dividendos, alertó sobre los siete pecados sociales que se enseñoreado sobre hombres y paÃses.
“PolÃtica sin principios. Riqueza sin trabajo. Placer sin conciencia. Conocimiento sin carácter. Comercio sin moralidad y religión sin sacrificioâ€.
Y yendo aún más acotó: “¿Qué diferencia hay para los muertos, los huérfanos, los desamparados, que la destrucción inicua se haya hecho en nombre del totalitarismo o de la libertad y la democracia?
Son como los cuatro jinetes de un nuevo Apocalipsis los males que rotos sus sellos andan sueltos en el mundo actual.
Algo tenemos que hacer ante esta situación que nos engloba, por ejemplo resistir. Ese gran desafortunado que fue Nietzsche escribió que “amaba a quienes no saben vivir de otro modo que hundiéndose en el ocaso, pues ellos son los pasan al otro ladoâ€.
En concordancia con lo anterior, aún los argentinos no hemos asimilado las admoniciones de un MartÃnez Estrada, el pensamiento humanista de Sábato ni el estoicismo de un Favaloro. Nos falta ese ánimo para ponernos de pie, recuperar esos valores y luchar por grandes causas. Estamos envueltos de frivolidades de poca monta y seguimos perdiendo el tiempo en banalidades sin importancia que dÃa a dÃa nos atontan y entorpecen.
HesÃodo, ese gran desventurado, al vivir también en una época de gran decadencia pero ni siquiera comparable con la nuestra, en su libro “Los trabajos y los dÃas†escribió: “¡Ah, sino viviera yo en esta generación de hombres, asà hubiera muerto antes o nacido después! Porque ahora es la edad de hierro. Los hombres estarán abrumados de miserias durante los dÃas y serán corrompidos durante las noches, y las divinidades les prodigarán amargas inquietudes. Los padres viejos han de ser despreciados por sus hijos impÃos: el uno saqueará la casa del otro: no habrá piedad ni justicia ni buenas acciones, porque solo el violento y el inicuo serán respetadosâ€.
¿Hay algo que podemos hacer? Tal vez como dijera EpÃcteto de Frigia: “soportar todos los males sin que se turbe el alma y abstenernos de los placeres que puedan perjudicar nuestra libertad moralâ€. O como Albert Camus “en medio del invierno descubrir que hay, dentro nuestro, un verano invencibleâ€.
Miguel Hernández, el malogrado poeta de Orihuela, vislumbró desde la oscura sombra de la cárcel que “Volveremos a brindar por todo lo que se pierde y se encuentra: la libertad, las cadenas, la alegrÃa y ese cariño oculto que nos arrastra a buscarnos a través de la tierraâ€.
Podemos hacer algo porque “Sólo quienes sean capaces de encarnar la utopÃa serán aptos para el combate decisivo, el de recuperar cuanto de humanidad hemos perdidoâ€. Y la frase corresponde a don Ernesto Sábato.

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