La ciudad que uno amó ya no está más. Nos queda en el recuerdo los lugares donde alguna vez fuimos felices. El barrio La Falda, Villa Nueva, la cancha de fútbol de Villa Mitre, la Galería Plaza donde estaba la librería Cosmos con don Giner enseñando posturas de yoga, la Casa de las Revistas de Bienvenido Gómez, La Blanquita de libros usados, el taller de los Mundiniano Artola, el Club Universitario y tantos otros rincones hoy velados por la neblina de, la nostalgia.

Y como no mencionar a los cines de aquel entonces: El Ocean, el Palacio, el Gloria, el del club Bella Vista, el Don Bosco, el Rossinni, el de Ingeniero White y sé que faltan otros.

Imposible olvidar sus fachadas atractivas y artísticas, los kioscos a la entrada, la magia de los caramelos Tofí y del bombón helado, los palcos.

Lugar de encuentro durante los días de lluvia e3 ideales para ratearse de los claustros del secundario.

Allí vi los primeros western –sobre todo los italianos-, y las películas emblemáticas de mi generación: El Graduado, Un hombre y una mujer, La Patagonia rebelde, Quebracho, En defensa del pueblo italiano, Love Story y tantas otras.

Hoy apenas subsisten algunos. La pátina del tiempo ha pasado sobre ellos y solo persisten en la memoria de algunos.

Yo los extraño. No es lo mismo de antes, porque todo pasó y se fue.