EN DEFENSA DE LOS CARACOLES DE JARDÃN/Por Jorge Castañeda
Esta breve crónica es un elogio a los hermosos caracoles de jardÃn .
Esta breve crónica es un
elogio a los hermosos caracoles de jardÃn y no podrÃa empezar de otra forma que
entonando la letra de la conocida canción: “Uy, está lloviendo / Algunos animalitos
se escondieron. / Pero cuando el sol se asoma, salen despacito / para volver a
jugar. Caracol, col, col / saca tus
cuernos al sol. / Saca uno, saca dos, / que a la una sale el sol. / Caracol,
col, colâ€.
En mi casa de Valcheta en una de las plantas de interior, mi hija MarÃa Elena descubrió un nuevo huésped: un hermoso y pequeño caracol, que bautizamos Toribio; y nació el poema: “Tenemos en casa / a un nuevo huésped, / tan minúsculo que / apenas se distingue. / No se sabe / como llegó / ni qué vehÃculo / lo estacionó / en la mesada de la cocina. / ¿Habrá venido / viajando / en la lechuga / o tal vez en las / hojas verdes / de las acelgas? / ¡Quién lo sabe! / Hoy está / en una maceta / en la buena / compañÃa / de una planta / de interior. / Camina poco / más bien parece / hibernar / como un perezoso. / Romeo Toribio / lo hemos bautizado. / Caracolillo pequeño, / mascota nueva: / ¡Bienvenido al hogar!â€.
Y por supuesto, lector empedernido me recordé uno de los más hermosos poemas de Federico GarcÃa Lorca, de exquisita factura y gran ternura: “Los encuentros de un caracol aventureroâ€.
“Hay dulzura infantil / en la mañana quieta. / Los árboles extienden / sus brazos a la tierra. / Un vaho tembloroso / cubre las sementeras, / y las arañas tienden / sus caminos de seda / -rayas el cristal limpio del aire- / En la alameda / un manantial recita / su canto entre las hierbas. / Y el caracol, pacÃfico / burgués de la vereda, / ignorado y humilde, / el paisaje contempla. / La divina quietud / de la Naturaleza /le dio valor y fe, / y olvidando las penas / de su hogar, deseó / ver el fin de la senda. / Echó a andar e internóse / en un bosque de yedras / y de ortigas. En medio / habÃa dos ranas viejas/ que tomaban el sol, / aburridas y enfermas. / “Esos cantos modernos / -murmuraba una de ellas- / son inútilesâ€. “Todos, / amiga –le contesta / la otra rana, que estaba / herida y casi ciega-. / Cuando joven creÃa / que si al fin Dios oyera / nuestro canto, tendrÃa / compasión. Y mi ciencia, / pues ya he vivido mucho, / hace que no lo crea. / Yo ya no canto más. / Las dos ranas se quejan / pidiendo una limosna / a una ranita nueva / que pasa presumida / apartando las hierbas. / Ante el bosque sombrÃo / el caracol se aterra. / Quiere gritar. No puede. / Las ranas se le acercan. / “¿Es una mariposa?†/ dice la casi ciega. / “Tiene dos cuernecitos / -la otra rana contesta-, / Es el caracol. ¿Vienes, / caracol, de otras tierras?†/ Vengo de mi casa y quiero / volverme muy pronto a ella. / Es un bicho muy cobarde / -exclama la rana ciega-, / ¿No cantas nunca? No canto. / Dice el caracol. ¿Ni rezas? / Tampoco, nunca aprendÃ. / ¿Ni crees en la / vida eterna? / ¿Qué es eso, Pues vivir para siempre / en el agua más serena, / junto a una tierra florida / que a un rico manjar sustenta. / Cuando niño a mà me dijo / un dÃa mi pobre abuela / que al morirme yo me irÃa / sobre las hojas más tiernas / de los árboles más altos. / Una hereje era tu abuela. / La verdad te la decimos / nosotras .Creerás en ella. / dicen las ranas furiosas. / ¿Porqué quise ver la senda? / -gime el caracol-. Si creo / por siempre en la vida eterna / que me predicáis. Las ranas / muy pensativas, se alejan, / y el caracol, asustado, / se va perdiendo en la selva. / Las dos ranas mendigas / como esfinges se quedan. / Una de ellas pregunta: / ¿Crees tú en la vida eterna? / Yo no. Dice muy triste / la rana herida y ciega. / ¿Por qué hemos dicho, entonces, / al caracol que crea? / Por qué…no sé porqué / dice la rana ciega. / Me lleno de emoción / al sentir la firmeza / con que llaman mis hijos / a Dios desde la acequia. / El pobre caracol / vuelve atrás, Ya en la senda / un silencio ondulado / mana de la alameda. / Con un grupo de hormigas / encarnadas se encuentra. / Van muy alborotadas, / arrastrando tras ellas / a otra hormiga que tiene / tronchadas las antenas. / El caracol exclama: / Hormiguitas, paciencia. / ¿Porqué asà maltratáis / a vuestra compañera? / Contadme lo que ha hecho. / Yo juzgaré en conciencia. / Cuéntalo tú, hormiguita. / La hormiga, medio muerta, / dice muy tristemente: / Yo he visto las estrellas. / ¿Qué son las estrellas? Dicen / las hormiguitas inquietas. / Y el caracol pregunta / pensativo: ¿Estrellas? / Sà –repite la hormiga- / he visto las estrellas; / subà al árbol más alto / que tiene la alameda / y vi miles de ojos / dentro de mis tinieblas. / El caracol pregunta: / ¿Pero qué son las estrellas? / Son luces que llevamos / sobre nuestra cabeza. / Nosotras no las vemos / las hormigas comentan. / Y el caracol: Mi vista / solo alcanza a las hierbas. / Las hormigas exclaman / moviendo sus antenas: / Te mataremos; eres / perezosa y perversa. / El trabajo es tu ley. / Yo he visto a las estrellas, / dice la hormiga herida. / Y el caracol sentencia: / Dejadla que se vaya, / seguid vuestras faenas. / Es fácil que muy pronto / ya rendida se muera. / Por el aire dulzón / ha cruzado una abeja. / La hormiga, agonizando, / huele la tarde inmensa, / y dice: Es la que viene / a llevarme a una estrella. / Las demás hormiguitas / huyen al verla muerta. / El caracol suspira / y aturdido se aleja / lleno de confusión / por lo eterno. La senda / no tiene fin –exclama- . / Acaso a las estrellas / se llegue por aquÃ. / Pero mi gran torpeza / me impedirá llegar. / No hay que pensar en ellas. / Todo estaba brumoso / de sol débil y niebla. / Campanarios lejanos / llaman gente a la iglesia, / y el caracol, pacÃfico / burgués de la vereda, / aturdido e inquieto / el paisaje contemplaâ€.
Yo tengo que pedir disculpas porque cuando era niño en el barrio La Falda de BahÃa Blanca en el patio de la casa de mis padres junaba caracoles para don Nicola que me recompensaba con caramelos y golosinas. He sido cómplice de asesinar la ternura.

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