Te han pedido o recomendado alguna vez "Poner las barbas en remojo"/ Por Eduardo Reyes
Nota literaria por Eduardo Reyes
Si no te lo han pedido o reclamado, seguramente la frase o el dicho lo has escuchado, aunque el origen de la expresión, según escritos de antaño o distintas interpretaciones, no se refiere precisamente a “las barbasâ€, sino a “bardasâ€.
El dicho se origina en principio cuando alguien recomendaba “poner las bardas en remojo†refiriéndose a las “bardasâ€, vallas o cercos que eran utilizados para marcar o dividir los terrenos y estaban construidos con espinillos o pajas. Por lo tanto si alguno de aquellos cercos tomaba fuego, los vecinos recomendaban remojar los propios.
Como el material de los cercos que se elaboraban contenia materiales muy inflamables, cuando alguno ardìa, era necesario poner en remojo los propios para evitar que las llamas se propaguen y enciendan tambien los suyos. Por lo tanto, en el fondo no se trataba de castigar a nadie, sino que se tomaba como una advertencia.
Se interpreta entonces o se considera, que a través del tiempo y el viaje del dicho por distintos sitios y culturas se popularizo, modificándose sustancialmente en el formato de la expresión y obviamente tambien en su significado
Con el tiempo entonces la expresión sufrio modificaciones, pero no fue algo antojadizo, todo lo contrario, también tiene su propia historia que modifica el origen, por lo que entonces la frase o dicho paso a utilizarse; “poner las barbas en remojo o a remojarâ€.
La explicaciòn que dan al respecto es que en la antigüedad no existìan los accesorios de barberìa que se utilizan en la actualidad, por lo tanto el afeitarse se tornaba en una actividad complicada, que según sostienen quienes han escrito o se han referido a este tema, podrÃa resultar además muy dolorosa.
Esa era entonces la razón por la cual los hombres debÃan poner sus barbas a remojo, para que el pelo se ablande y por tal razón, sea mas fácil el rasurado y evitar de tal manera la posibilidad que dicha actividad se torne dolorosa.
Es por tal razón que los hombres ponìan sus barbas a remojar o en remojo para de esa forma que el pelo se ablande y asi facilitar o hacer mas fácil rasurarlo.
De acuerdo a lo que se ha interpretado con esta expresión o dicho, mucho mas allà del significado literal, es su sentido figurativo, debido a que se trata de una advertencia o aviso dirigido a alguien en forma precisa.
Tal como se lo emplea o aplica su utilización, esta tiene el objetivo de advertir o prevenir a alguien que puede tener que enfrentar algún problema por lo que hace o dice.
El objetivo entonces es prevenirle a quien va dirigida la conocida frase, a efectos que pueda evitar el peligro o el problema que se le puede presentar.
Si bien todavÃa se utiliza la advertencia a la que hemos hecho referencia, con el tiempo, como ocurre con distintas expresiones en ese y otros sentidos va perdiendo terreno o cayendo en desuso.
Debemos considerar por lo tanto, que el uso de tal dicho se remonta a muchos años atras y la referencia mas antigua decÃa; “Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, echa las tuyas a remojar†con el propósito de tomar o aprender el ejemplo con la cabeza ajena.
La definición es atribuìda al “Arcipreste de Talavera†entre 1398 al 1470 y que habrìa dicho; “Cuando la barba de tu vecino vieras pelar, pon la tuya a remojo†con lo que se contradice con aquella posibilidad que el dicho se conocio primero la versión de “Si las barbas de tu vecino ves arderâ€, que algunos entonces decÃan “las bardasâ€.
Hay quienes desconocen esa deformación y consideran absurdo hablar que “Si ves las barbas de tu vecino arder†lo primero que hay que hacer es mojar las tuyas para que no se quemen, algo obvio. Muchos interpretan que quizás se haya registrado erróneamente parte del dicho.
Por lo tanto al aparecer tal expresiòn “cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar†y no como algunos interpretaron o registraron, ·â€cuando las barbas de tu vecinos veas arder†lo que muchos comenzaron a utilizar sin pensar en el pobre vecino al que se le quemaba y por consiguiente, su cara.

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