Jueves, 23 de octubre
REGIONALES

La búsqueda de una estrella danzarina/Por Claudio García

Nietzsche en sus libros tiene muchas frases cargadas de poesía. Una de ellas dice: “Aún tenemos que albergar el caos en nuestro interior para dar a luz a una estrella danzarina”.

Nietzsche en sus libros tiene muchas frases cargadas de poesía. Una de ellas dice: “Aún tenemos que albergar el caos en nuestro interior para dar a luz a una estrella danzarina”. La escribió en quizás su obra más genial, “Así hablaba Zaratustra”. En ese libro hay otra que es una de mis frases de cabecera, de esas que se atesoran para siempre: “nosotros amamos la vida no porque estamos acostumbrados a vivir, sino porque estamos acostumbrados a amar”.

En esas dos frases ya están sugeridas algunas de las ideas centrales del alemán, especialmente la voluntad de poder para poder desplegar todas nuestras potencialidades, no resignándonos “a ser rebaño”, conocer nuestro caos pero para marchar a la luz. El hombre que es rebaño está adormecido de la verdadera vida y por eso está acostumbrado a la que se le ofrece. Nietzsche dice en cambio que no está acostumbrado a la vida, no quiere ser el hombre “lector de periódicos”, como también escribió, y que hoy podíamos asemejar al hombre que pasivamente consume lo que le dicen los medios de comunicación hegemónicos y que permanece largas horas estupidizado ante la televisión o internet. Pero dice en cambio que ama la vida y que lo hace por estar acostumbrado a amar. Muy bello. La voluntad de poder es eso también, es la pulsión que “desea deseos”, es la pulsión de “querer quererse”, del amor en fin entendido como “no querer ser desierto”, como escribió en uno de sus pocos poemas –aunque como ya dije hay mucha poesía en sus libros-, y ser desierto es la nada de la abulia y la indiferencia, como señaló José Pablo Feinmann al reflexionar sobre la filosofía del alemán.

Sin un amor vital que “desea deseos”, los deseos de otros hombres, con una dimensión social, no individual de querer apropiarnos de cosas; sin un “querer quererse”, sin el cual sería imposible plantearse un perseverar para ser mejor, para desplegar todas nuestras potencialidades; no sólo habría abulia e indiferencia, sino para decirlo en forma más tajante, uno se transformaría en un inútil. Sobre esto Marx escribió una frase también tan bella como las citadas de Nietzsche: “Si suponemos al hombre como hombre y a su relación con el mundo como una relación humana, sólo se puede cambiar amor por amor, confianza por confianza, etc. Si se quiere gozar del arte hasta ser un hombre artísticamente educado; si se quiere ejercer influjo sobre otro hombre, hay que ser un hombre que actúe sobre los otros de modo realmente estimulante e incitante. Cada una de las relaciones con el hombre -y la naturaleza- ha de ser una exteriorización determinada de la vida individual real que se corresponda con el objeto de la voluntad. Si amas sin despertar amor, esto es, si tu amor en cuanto amor no produce amor recíproco, si mediante una exteriorización vital como hombre amante no te conviertes en hombre amado, tu amor es impotente, una desgracia”.

Pero volvamos a que hay que “albergar el caos”. El caos es lo contrario al “cosmos” que presupone la noción de equilibrio. Si uno albergara el cosmos y no el caos ya no habría necesidad de perseverar en el ser para alcanzar “una estrella danzarina”. Y hay que albergar el caos porque las cosas realmente importantes cuestan. Así de sencillo. Y obviamente no hablamos de precio. Hablamos justamente de lo contrario del precio, porque generalmente “lo que tiene precio, poco valor tiene”, como también escribió Nietzsche. Erick Fromm se mofaba de quienes creían que el arte de vivir se aprende “sin esfuerzo y sin dolor”. No se trata de predicar el ascetismo o ser una persona torturada como camino a arrancarle a la vida sus secretos más preciados. Fromm mismo aclaraba que no predicaba eso, predicaba sí que una vida no puede basarse en el tener cosas, no puede un sujeto definir su ser por tener un objeto, sino fundamentalmente en desarrollar e incrementar el amor, la razón y la actividad productiva. Como escribió Rainer Funk sobre los ensayos de Fromm referidos a “Del tener al ser”: “El amor, la razón y la actividad productiva son energías psíquicas del hombre que nacen y se desarrollan sólo en la medida que se practican: no se pueden consumir, ni comprar, ni adquirir, como los objetivos del tener”. En ese marco Fromm criticaba a la gente que se ha convencido “de que todo, aún las tareas más difíciles, deben poder cumplirse con muy poco o ningún esfuerzo”.

“Dr. House” fue una serie de televisión que vi con mucho fanatismo –las temporadas culminaron hace tiempo e incluso ya las sacaron de Netflix- cuyo personaje es difícil de describir en pocas líneas pero que en principio es un genio como profesional médico pero a la vez no respeta ninguno de los códigos escritos y no escritos de la ética médica, es grosero, dice las cosas que piensa sin ningún filtro, suele despreciar a las personas y a la humanidad en general, porque, entre otras cosas, todos mienten y/o son hipócritas, no puede vivir sin sus pastillas de Vicodín, un opiáceo, justificándose con la lesión en una de sus piernas que le hace cojear. House tiene otras características que lo emparentan al estilo de aquellos personajes de Raymond Chandler u Horace McCoy de la novela negra norteamericana:  por ejemplo, las mujeres suelen sentirse atraídas sexualmente por ese médico aunque él las trata con sorna y desprecio. Hay mucha filosofía en House, planteos profundos sobre las grandes preguntas que siempre se ha hecho el hombre, y por eso ya se editaron más de un par de libros donde filósofos, sociólogos y otros académicos reflexionan sobre la serie. Por suerte, dado mi hobby ‘houseniano’, pude hacerme de uno de esos libros: “La filosofía de House”, que reúne varios ensayos coordinados por dos profesores de filosofía yanquis, William Irwin y Henry Jacob. Uno de ellos tiene relación con lo que estoy escribiendo ya que analiza a House desde una mirada niezscheana e incluso se cita la frase con la que empecé este artículo: “Aún tenemos que albergar el caos en nuestro interior para dar a luz a una estrella danzarina”. El autor, David Goldblatt, emparenta esa línea con lo que escribió Georg Simmel (un filósofo que se dedicó particularmente a la obra de Nietzsche y a la de Schopenhauer) sobre el dolor. “Es uno de los temas fundamentales en la historia del alma humana, la elevación esencial de nuestro ser se logra por medio del dolor…”. Goldblatt señala que Nietzsche lleva esa conjunción más allá del individuo, hasta el ámbito de la humanidad, sólo la disciplina que se acompaña de un gran dolor ha dado lugar a “todo lo que en la humanidad hay de sublime”. Recuerdo que con este mismo pensamiento el español Savater criticaba a quienes minimizaban como formales algunos derechos que los individuos disfrutamos en democracia, como puede ser la libertad de reunión, expresar libremente lo que pensamos, etc., ya que se olvidan que estos beneficios son el resultado de la lucha de mucha gente que hasta perdió la vida. Pero volviendo a lo que estábamos escribiendo, Goldblatt hace un paralelo a lo de Simmel-Nietzsche para definir a House, alguien que hace de su dolor –el de su pierna u otro psíquico que se excusa en su pierna y que lo lleva a tener una personalidad tortuosa, a depender del Vicodin, a despreciar a las personas, etc.- una palanca para alcanzar sus logros, en este caso, salvar vidas como médico. Volviendo a la meneada frase nietzscheana, “el caos” del dolor de House da a la luz la “estrella danzarina” de alguien que sigue viviendo gracias a sus virtudes como médico. El modelo nietzscheano sin embargo no significa para el sujeto la no evolución de quedarse siempre con dolor para que uno pueda desplegar su ser; las cosas realmente importantes cuestan, pero esos costos son un medio o el acicate y pueden terminar superándose. En gran medida, si hay algo presente en toda la obra de Nietzche, como escribió el citado Simmel en su libro “Schopenhauer y Nietzsche”, es que “la vida, por su más ínfimo sentido y en sus más hondas energías, posee la posibilidad, el impulso para marchar a formas más perfectas, a un más de su ser, por encima de cada situación presente”. En este pensamiento logramos quizá un mismo sentido para las dos frases tan poéticas que rescatamos del filósofo alemán al principio de este artículo. 

Noticia Anterior

Río Negro trabaja en el fortalecimiento de la industria metalmecánica

Noticia Siguiente

JUDICIALES

Comentarios

  • Se el primero en comentar este artículo.

Deja tu comentario

(Su email no será publicado)

Más Populares

🔔 ¡Activa las Notificaciones!

Mantente informado con las últimas novedades.