“Negros y Luminosos” es el nuevo libro de Claudio García, editado por “El Suri Porfiado”, proyecto editorial independiente de poesía argentina y poéticas de otras partes del mundo. La obra integra la colección “Fuera de serie” de la editorial con sede en la Ciudad de Buenos Aires. La obra ya se encuentra en venta en Ciudad de Buenos Aires, Viedma, General Roca y Neuquén. El libro de unas cien páginas contiene tres poemarios, “Cactus”, “Podador de Flores” y “Negros y Luminosos”, y significa un regreso al género luego de editar varios libros de narrativa. Cuenta con el prólogo de Liliana Campazzo, quien señaló sobre este libro que “no son asuntos simples los que tratan estos poemas, son los problemas existenciales que de cierta manera nos convierten en quién somos, pero puestos en acción desde un lenguaje cotidiano, caen sobre la mesa en las manos de la madre, o la mujer, caen como los propios días caen”. Por su parte, el periodista y escritor Carlos Espinosa dijo sobre el libro que “en realidad se trata de tres libros bastante diferenciados reunidos en un solo volumen, Claudio Garcia nos propone poensar. Ya  que los mensajes institucionales, los contenidos periodísticos y las consignas publicitarias nos atropellan con neologismos y usos inexactos (por ejemplo lo de “evento” por acto o acontecimiento, o lo de “álgido” por caliente) ¿por qué no inventar un verbo nuevo? Poensar: pensar con la poesía. Tomar los contenidos del poema para desarrollar pensamientos, para abrir la mente…”. Reproducimos algunos poemas del libro:

 

Tren

 

No quiero mucha plata, autos, casas. No quiero mujeres que acaten todos mis deseos. No quiero el mejor whisky ni ir de vacaciones a países extraños. Sólo quiero sentarme ante las vías y ver pasar un tren.

 

Liados en el cuarto

 

Liados entre sábanas exhalamos aliento de vino y cigarrillo, pero predomina el aroma de los cuerpos. En esta pieza estamos alejados del mundo, como pájaros escondidos en un árbol de frondosa sombra o como los secretos que se esconden en el rumor del reflujo del mar. Agotados del sexo mis ojos redescubren algunas cosas de las pieza. Un cuadro con la foto de Janis Joplin -su sonrisa de niña de la que salía su desgarrada voz-. Otro cuadro con la reproducción de un óleo de Venecia, en un estilo impresionista de un autor desconocido que me gustó desde la primera vez que lo vi -predominan los colores celestes y azules de las aguas en un primer plano, sobre las casas y edificios que se encuentran hacia la derecha en un segundo plano, y toda la imagen sugiere la idea, no sé por qué, que lo que crea el hombre es siempre frágil-. Los libros apilados en forma desordenada sobre la cómoda reflejan que hice algo más que vivir. Mientras tanto te acurrucas entre mi brazo derecho y mi pecho, y con mis dedos te acaricio. Todavía, por cierto instinto, una de mis manos tiende a buscar tu entrepierna. Sólo por instinto, también, creo que pienso.

 

Titania

 

Qué nombre raro Titania pensé cuando abriste la puerta de ese cuarto y dijiste que te llamabas Titania, mirá vos, yo que he conocido putas de todos los nombres como Loló o Palmina y distintas Marías, María Luz, María Paula, María Clara, María Teresa, María Ana y hasta una María Pía que tenía bien su nombre porque piaba como un pájaro dulcemente en uno de los oídos mientras cumplía con sus artes amatorias, pero nunca una Titania, y ahora que conocía una me sentía agraciado aunque el lugar fuera un cuarto que parecía de un monje benedictino por lo austero de sólo un cama y una palangana en el piso con una jarra de agua al costado y una cruz de madera en una de las paredes. Y yo que solía caer en raros pensamientos cuando estaba con una puta me decía qué bueno conocer una Titania, una puta con nombre de personaje de Shakespiare, y le pregunté, ¿sabés que tenés nombre de reina?, y ella me sorprendió aún más que con su nombre diciendo, sí, pero en lugar de ser reina de las hadas, soy reina de las putas, y me sentí tan agraciado de conocer a esa mujer desnuda de lavajes rápidos pero que había leído a Shakespeare y andá a saber a cuantos otros escritores clásicos, quizás era más lectora que yo que presumía de los libros leídos pero ocultaba que buscaba putas cada tanto aunque nunca pensé encontrar una Titania con la que ya no sólo quería coger sino pagar su compañía una tarde cualquiera en un bar o en una plaza para saber qué hermosos secretos albergaba su espíritu, preguntar por qué vagaba en camas con una compañía como la mía que no tenía más valimiento que ser un perro abandonado y preguntar también si al final yo era un Píramo que encontraba a su Tisbe y ella sonriera entendiendo.

 

Lili

Vamos pal fondo Negra/demos soplo a la tierra

 

Eres la noche clara

estrella y luna

tenerte entre mis brazos

es mi fortuna.

 

Basta que me sonrías

para que acuda

te llevo una manzana

si estás desnuda.

 

Un pez para la cena

luego la cama

si traes tus besos tiernos

surge la llama.

 

Los besos que me das

llegan muy lejos

se sienten en los labios

y hasta los huesos.

 

Por la misma tijera

todos cortados

mi corazón martilla

sólo a tu lado.

 

Una estaca en mis pies

filo al costado

muero cuanto te vas

crucificado.

 

Cazador y presa

 

El cazador espera emboscado

la llegada de su presa.

Cuando la tiene en su mira

se arrepiente

y en lugar de matarla

decide invitarla a cenar.

La presa acepta,

porque en realidad la comida escasea.

El propio cazador prepara una comida

bastante elaborada

pero con tanta mala suerte

que uno de los ingredientes

en mal estado

hace que presa y cazador terminen

muriendo intoxicados.

 

2

 

He dado diferentes tipos de alimentos

a las especies en que me he transformado

a lo largo de la vida.

De niño, cuando asemejaba un pequeño mono bribón,

comí cuanto fruto colgara de los árboles.

Mastiqué naranjas, manzanas, mandarinas, nísperos,

pero, poco inteligente, también frutos tóxicos

que dejaban arrepentido por la leche de madre perdida.

De joven, vivo y elástico como un gato,

opté por la carne y así me mantuve saludable

como para descubrir el sexo en lugares alejados de la cama.

Ya grande, convertido en un asno manso y perezoso,

dejé que una mujer me alimentara a puro arroz y fideos,

y apenas sobreviví como para amar y leer

un libro en cada cambio de estación.

Ahora que me acerco a la vejez, transformado

en un perro con dolores de hueso, apenas si queda

un poco de dentadura como para masticar pequeñas hojas verdes.

Sólo cada tanto, recuerdo las especies que no fui,

y allí me alimento de mi propio corazón, crudo y sangrante.

 

3

 

El tiempo gira sobre una rueda que tarde

o temprano vuelve al mismo lugar.

Su diámetro nunca puede ser más grande que el mundo.

Así decía un viejo que aconsejaba no pensar en el tiempo.

“Hay que quemar el cuerpo”, afirmaba

en el bar mientras se bajaba con una mano un Cinzano

y con la otra se entibiaba en las entrepiernas de una puta.

Seguí su consejo y en verdad

que tuve momentos de diámetros infinitos,

en los que pude hurgar el espacio.

Igualmente el tiempo atrapa.

Su rueda termina trayendo hiel en el cuerpo

y las mujeres como los aduladores se terminan alejando

 

4

 

Una mujer mal vestida pidió que la amara

en un callejón.

Fue un amor tan intenso que decidí comprarla.

Tenerla siempre a mano al volver del trabajo.

Que estuviera a mi lado al despertar y antes de dormir.

Pero los amores nunca fueron iguales,

y la piedad impidió que devolviera sus ropas raídas y su callejón.

Hay meses que pierdo medio sueldo

en putas baratas buscando aquella intensidad.

Pero siempre esos amores

asemejan a los pobres tactos y orgasmos de la casa.

Atesoro el paraíso de aquella mujer mal vestida

en un callejón, pero no basta para vivir.

 

29

 

Hay quienes empiezan a tener miedo

por cuestiones absurdas como la extinción del águila real,

osos pandas y algunas otras especies

de nombres extraños.

Otros sienten escalofrío al pensar

en los saltos que ha dado la ciencia en las últimas décadas.

Por caso, la clonación de seres vivos

o misiles que matan con justeza de cirujano

a miles de kilómetros de distancia de su partida.

En realidad, a lo único que hay que tener miedo

es a la propia desaparición.

Nada peor que contemplar el suelo

y darse cuenta que nos traga.

 

Busco

 

Busco un hueco donde ocultarme,

la grieta de una mujer,

la oscura pieza de Baudelaire

con su redoma de láudano,

el espacio tibio de la cama

que deja una sonámbula.

 

¿Por qué esta angustia y el

miedo pegado como abrojo?

Cuando no estás, vivo con una niebla

delante de los ojos.

 

Busco una capucha de luz de luna

que oculte los ratos de soledad,

tu voz muy suave diciéndome al oído

“te amo con tanta intensidad”,

mi cuerpo obedeciendo el oleaje del mar,

la novela abierta ante el vaso de licor.

 

Busco viejos olores donde protegerme,

el juego barato de la lluvia,

la afición de contar las estrellas,

quedarme loco o confundido por el alcohol,

recogerte el pelo en dos trenzas

antes de que permitas el amor.

 

¿Por qué esta angustia y el

miedo pegado como abrojo?

Cuando no estás, vivo con una niebla

delante de los ojos.

 

Vencido

 

Realizo un trabajo que me tiene harto,

pero nunca lo descuido.

A veces creo que podría hacer otra cosa,

pero luego me convenzo que, a excepción

de lo que hago, todo sería desconocido.

Cada tanto se acercan las personas

e interrogan en qué pienso mientras trabajo,

pero no puedo responder.

Es imposible

que pueda pensar una sola cosa por vez.

Siempre mi cabeza está embrollada

en muchos pensamientos,

cosas del pasado se mezclan con las del presente

y no puedo atrapar algo de claridad.

 

Marta

 

Marta, me enfermaste de todas las enfermedades posibles

y ni siquiera pude recuperar la salud con grapa casera.

Me dejaste los ojos húmedos, el pulmón pesado, los labios secos,

el estómago revuelto, un tic de postrarme ante el cuadro de la

Mitchell de mi cuarto,

una picazón sobre el pecho que nada calma

e incapacidad para excitar y amar.

Ay Marta que me dejaste fuera de la órbita de toda mujer

y cómo me gustaría aún con el mal que hiciste

saber a qué ciudad de mierda te fuiste a vivir para ir a buscarte

y encontrarte y confesar que me enfermaste de todas las

enfermedades posibles y aún así no quiero sanar

sino que hundas tu lengua en mi boca y la mantengas así hasta la

asfixia

y ese relámpago que dicen ven los moribundos antes de partir.
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