Con la organización de la Editorial Municipal, el pasado viernes en la Sala Biagetti del Centro Municipal de Cultura, se realizó la presentación muy emotiva del libro “Cuentos, Mar y Viento Sur” de Rebeca Pajón, que quedó como legado literario de toda su vida, ya que la autora falleció en febrero de este año.

Hubo una presencia importante de la familia, amigas y amigos, personas que conocieron a Rebeca a lo largo de su vida en el campo académico, de la educación, y de la militancia social y política, entre otros..

Su hija Yael habló en nombre de la familia, rememoró que Rebeca escribió toda su vida poemas, cuentos y relatos, si bien no los había publicado, y en el momento en que había puesto en marcha la edición del libro “Cuentos, Mar y Viento Sur” se produjo su sorpresiva muerte. Igualmente ya había hecho la selección del contenido, había elegido al ilustrador de la tapa y la editorial de la Ciudad de Buenos Aires. Su familia entonces tomó a su cargo el proceso de sacar a la luz el libro, con el aporte de la UnTER.

En la presentación se pasó un video con imágenes que la propia Rebeca tomó con su cámara fotográfica en El Cóndor, y la propia voz de la autora. La directora de la Editorial Municipal, Cintia Ubeda, se refirió al libro y leyó uno de los relatos, al tiempo que Stella Álvarez, que fue la amiga más cercana, se refirió a las cualidades que tenía como persona Rebeca y también leyó otra de los escritos de la obra. También Paolo Etchepareborda se refirió a su militancia en el Partido Socialista, mencionando que era muy firme en sus convicciones y prefería apartarse en algún momento antes de ceder a una línea partidaria con la que no coincidía.

Simón Salamida, el plástico que dibujó la tapa, señaló que esa ilustración no sólo respondió a las narraciones y cuentos creados por Rebeca Pajón, sino que intentó dar forma al espíritu de la escritora, una mujer eternamente comprometida con las creencias y modos de vida de los pueblos originarios, con su cosmovisión, y protectora del medio ambiente. De allí que eligiera como motivo central de la tapa la figura de la Ñuke Mapu, cuyo significado literal en lengua mapuche significa Madre Tierra, una mujer de “mágica mano verde”, a quien solo le bastaba con arrojar una semilla, para que las flores germinaran y vieran la luz del sol, combinándola con paisajes de la región, con personajes fantásticos y los espíritus de las ballenas, entre otros.

Posteriormente la concejala Vanessa Cacho Devincenzi y el periodista y escritor Claudio García le entregaron a Yael copia del proyecto de declaración de interés cultura y social del libro, destacando que el sentido fundamental es homenajear desde el Concejo Deliberante a una persona que fue reconocida y querida en la comunidad por su trayectoria educativa, académica, al frente del Archivo Histórico Provincial, por su compromiso político y social, más allá del valor literario del libro que lo tiene y que merece su difusión y su inserción en el sistema educativo para que se conozca junto a otras autoras y autores de la comarca.

Rebeca Pajón nació en San Miguel de Tucumán el 4 de octubre de 1960 y en 1977 se traslada a Carmen de Patagones donde inicia su familia, continúa sus estudios y se va a destacar en la comarca por una rica labor como dirigente social y popular, militante del Partido Socialista, feminista, directora, docente de escuela y profesora de historia.

En el 2017 eligió para vivir el balneario El Cóndor donde encontró inspiración para escribir el libro “Cuentos, mar y viento sur”, que lamentablemente quedó como legadoliterario de toda su vida, ya que falleció en febrero de este año.

Su deceso impidió que pudiera llegar a ver la edición en papel de su libro, por eso la difusión de la obra y su declaración de interés cultural y social constituirá un homenaje en cierta medida a su rica trayectoria laboral, académica y social, a su lucha por construir una sociedad igualitaria y, en fin,  a sus destacadas cualidades personales que le hicieron merecer el afecto de todas las personas que la conocieron.

El libro “Cuentos, mar y viento sur”, que tiene una ilustración de tapa de Simón Salamida, contiene poco más de cincuenta relatos más que cuentos, ya que hay una narración menos estructurada que los segundos y situaciones ancladas en algunos casos en el recuerdo tanto con personas que han sido parte de sus afectos pero también dolorosos, y  vivencias personales de interacción con el clima y el paisaje.

Se destacan por la sucesión de metáforas y descripciones poéticas que traducen sensaciones y sentimientos de la autora, una sensibilidad que igualmente no se escuda en el juego de las palabras, sino que éstas la expresan con total transparencia.

UNO DE LOS RELATOS: “EL OCASO”

Cuando llega el ocaso y la playa es solitaria, se producen los colores más increíbles. Te invita a caminar, a olvidar todo, hitos o lagunas donde nada puede imaginarse. La mente descansa, solo los ojos están allí, testigos de una realidad inigualable.

El mundo sonoro es invasivo y los sentidos se transforman, se elevan a su máxima expresión. A un lado el rash splash del mar y hacia el otro el croar interminable de los loros. Llega un momento donde el mar es un sonido de piedras, aguas, caracolas y loros que gritan en un hervor de fritura ampliado.

Poco a poco los colores mutan de un anaranjado tenue cambiando a un lila o verde agua y sobre mi lado derecho se perfila el caserío. Se recorta un definido trasfondo de irregulares siluetas de árboles negros, de todos los tamaños. Sobre ellos vuelan loros que baten sus alas y se mueven en grupos numerosos, como un enjambre en todos lados. Casi son puntos o rayones en movimiento constante buscando un lugar donde posarse. Y todo el alboroto es la búsqueda de un lugar sobre el cableado de toda la villa, para dormir su noche. Lejanos se oyen ladridos de perros, atentos a su espacio.

El ocaso es el centro del cuadro, una línea imaginaria al medio, hacia abajo una alfombra negra de arena que llega hasta el agua, donde muere suavemente la ola. De pronto se encienden las luces de la calle sobre la puntilla con formas de árboles. Adornos dorados que titilan y brillan para quedar encendida de luz la oscuridad cercana.

Es la hora del no viento, de la tranquilidad transparente que te llama a agudizar los sentidos. Los ojos no ven y el ruido es el mensajero de lo que existe. Se siente el aroma a pescado y algas saladas, el humo de leños que se pierde sobre el espacio.

Despacio casi imperceptible se cuela una bruma blancuzca que sale del océano, fría al tacto. Invade las fosas nasales y llega de la garganta a la boca. La piel del rostro es salada y húmeda, y sigue su camino enfantasmando los árboles, las luces.

El cielo tiene un tono celeste azulado y las estrellas emergen una a una con la desaparición de la luz solar. La luna en cuarto creciente platina las crestas de las olas y el mar es, en cada oleaje, un hilván de plata horizontal. A lo lejos, donde antes era celeste verdoso, en un espacio entre el cielo y el agua, cae una oscuridad que ya no permite divisar nada, aunque sobre ella se marcan luces, botones dorados que fulguran e indican otro caserío, la Baliza, que acompaña al Cóndor en la oscuridad marina.

El cielo oscurece su azul y te invita a observar estrellas, a imaginar historias de otros mundos, hipótesis de otras civilizaciones, viajes infinitos en el tiempo. Pero vuelvo a la playa y un resplandor casi imperceptible de valvas diminutas se arrastra en la suave pendiente y se escucha un crash, crash quebradizo con sonido a piedra que se amontona mientras los pies pisan una acolchonada arena.

Hace frío, ya no puede divisarse alguna cosa. La vista engaña y el oído triunfa, en el mes de julio, el ocaso cuelga la noche en la playa solitaria y brumosa. 

Noticia Anterior

Vuelve el refrigerio en las escuelas de Viedma a cargo del municipio

Noticia Siguiente

Travesia Dina Huapi