Lo llamamos “DÃa de la Mujerâ€, aunque muchos olvidan que se conmemora el asesinato de 129 valientes MUJERES que murieron por defender sus derechos. El decorado de la fecha parece haber tapado el grave hecho que nos convoca.
Desde aquella época en la que se creÃa que permitir a las mujeres votar equivaldrÃa a la pérdida de la estructura social, hasta la actualidad, hemos recorrido un largo camino no sólo dentro de la sociedad, sino en ámbitos laborales y polÃticos. A pesar del paso de tanto tiempo los delitos y formas de violencia más aberrantes aún siguen sucediendo. Violencia fÃsica, trata, violaciones grupales, homicidios dentro del vÃnculo- o sometimiento- de pareja. En el siglo XXI, en una sociedad avanzada en cultura y educación, los delitos siguen siendo igual de atroces. Y ante nuestra perplejidad, las formas de prevención y condena empiezan a resultar cada vez más demagógicas y superficiales.
En 2020, el recién asumido presidente creó el Ministerio de las mujeres y géneros y, junto con la sanción posterior de algunas leyes emblemáticas, nos anunciaba: “se terminó el patriarcadoâ€. CorrÃan tiempos de cuarentena y las estadÃsticas de violencia y femicidios aumentaban a niveles récords. Pero en tiempos excepcionales, los detalles pueden escaparse de la agenda y del ojo público. (sic)
A dos años, casi 200 empleados nuevos, compras exorbitantes de cestos de basura, smartphones y ninguna rendición de cuentas públicas, todavÃa no tenemos registro de polÃticas concretas que reflejen una disminución de la violencia. Una ministra que, ante un caso de violación grupal, desvirtúa la gravedad del delito utilizando artilugios para evitar decir lo que quedó a la vista: 6 varones se sienten hoy tan impunes como para someter fÃsicamente a una mujer durante horas. No es una conducta aprendida ni una construcción social, es violencia y es delito. Es actuar en base a los instintos más básicos del ser humano. Y cuando esto sucede, deja a la vista los vacÃos de una educación no pensada en función de la meta a la que se quiere llegar. Poner al victimario en el lugar de vÃctima para justificar sus actos es no entender la instancia de intervención del Estado. Hay un momento para la formación y construcción de valores; y hay un momento en el que cabe la aplicación de la ley y la condena.
2022 se nos presenta con escenarios de tensión en todos estos ámbitos, seguramente producto de haber sido laxos durante ya mucho tiempo. Es momento de empezar a llamar las cosas por lo que son. Una violación no es un problema de disidencias de género, es un delito. Una invasión no es una "situación" ni una escalada bélica, es una guerra. Un lugar en la sociedad, en el ámbito laboral y en la polÃtica, es asumir roles de acción y de poder. En tal sentido, este año nos interpela a las mujeres del Pro RÃo Negro sobre los espacios que hemos alcanzado en nuestro propio partido. Este grupo de mujeres lleva ya dos años fortaleciéndose. Nos hemos organizado con una estructura y metodologÃa de trabajo. En este recorrido notamos que en la práctica se utilizan criterios heredados que nos llevan a resultados más estéticos que funcionales. Como el hecho de contar con una ley de cupo que habilita el acceso a los cargos, pero invisibiliza el verdadero valor de la persona que lo ocupará.
Estos son debates que queremos dar, tanto en el partido como en la sociedad. Lidiamos con un feminismo reinante que empodera doctrinas ideológicas con claros sesgos partidarios. Pero el rechazo a ello, no implica abandonar la lucha por los derechos y el equilibrio de poder. No se trata de ganar espacios a los codazos, sino codo a codo y unidos en la construcción de un estado que no nos moldee sino que nos garantice la libertad de ser. En el PRO Mujeres RÃo Negro buscamos potenciar la identidad de las mujeres rionegrinas. En nuestras diferencias vamos a encontrar nuestra propia fuerza de cambio.
*PRO mujeres de RÃo Negro
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