Con el fallecimiento de Miguel Ángel Estrella perdemos a quien tuvo una trayectoria significativa como artista y militante por los derechos humanos, y que contaba con cualidades personales que engrandecen el espíritu humano.

Tuve la suerte de conocerlo personalmente en oportunidad del III Congreso Federal de Cultura que en los años del kirchnerismo, allá por el 2010 –si no me falla la memoria-, se realizó en San Juan. Además de entrevistarlo y charlar informalmente, expresándole una gran admiración personal, le regalé mi libro “El guardiacárcel guevarista y otros cuentos” y me atreví a dejar un contacto. Vaya sorpresa que tuve semanas después cuando recibí un correo electrónico desde su residencia en París y a partir de ahí tuvimos por un tiempo un intercambio ‘epistolar’ –moderno, virtual, pero epistolar al fin-. Me sentí muy gratificado no sólo porque había leído los relatos de mi libro, sino porque algunos, que tenían la nostalgia de historias de mi infancia, le habían hecho rememorar algo de sus propios recuerdos familiares en Tucumán. Y mucho más por permitirme leer esos recortes de su propia memoria.

Con el tiempo se fueron alargando los tiempos en que recibía algún email de Estrella aunque cada tanto me llegaban comunicados de las actividades de la Fundación Música Esperanza y otras culturales y solidarias en distintas partes del mundo, acompañados de un saludo afectuoso. Hoy, al enterarme de su muerte, tuve sentimientos de tristeza por esa pérdida pero mezclados con otros de gratitud  por haber sido merecedor en varias oportunidades de algo de su tiempo y de sus palabras.

Reproduzco la entrevista que le hice y que publiqué poco después de regresar de San Juan como homenaje, porque constituye un testimonio de aquel contexto histórico y porque todavía, a pesar del tiempo transcurrido, mucho se puede rescatar, atesorar y aprender de aquellas respuestas a mis preguntas:

 

“Parte de la educación es también la práctica artística, porque es tocar otro sector del alma humana”

 

No basta conocer la trayectoria de Miguel Ángel Estrella, admirar su calidad como pianista y su militancia por los derechos humanos después de haber sobrevivido a la persecución de la dictadura y su secuestro por un grupo paramilitar en Uruguay. Hay que hablar con él para constatar su sencillez, la emoción que lo embarga cuando habla de los programas que lleva adelante desde su Fundación Música Esperanza y como representante argentino en la UNESCO. Programas para los más humildes, para los encarcelados, para los actores culturales alejados de todo circuito comercial y que estaban ignorados por los gobiernos, para niños que en medio de barrios y familias con muchísimas carencias quizás sólo a través del arte pueden encontrar una pequeña luz que ilumine hacia el futuro sus vidas. En una entrevista con la agencia APP, realizada en San Juan, en el marco del III Congreso Federal de Cultura, Estrella se refiere a estas actividades que lleva adelante. Y hay un plus, su relato sobre la relación con Néstor y Cristina Kirchner que lo llevó a aceptar en el 2003 ser embajador ante la UNESCO, donde muestra una convicción ideológica de estos dirigentes alejada un poco de las caracterizaciones que ha hecho la oposición y la gran prensa. También, algo que poco se conoce: el protagonismo logrado por nuestro país en la UNESCO.

 

-¿Qué dimensión le da a un Congreso Federal de Cultura que convoca a más de cinco mil personas de todo el país?

 

-A mí me parece que ésta es una de la cosas nuevas que está sucediendo en nuestro país y también en el mundo, por ejemplo, cuando yo cuento en Italia, Alemania, Francia o España que Argentina hace cada dos años un congreso de cultura que reúne a miles de personas y que hay discusiones muy interesantes, qué cultura para el siglo XXI, qué relación debe haber entre la cultura y el deporte, entre la cultura y los derechos humanos, entre la cultura y el acontecer social de los pueblos, de todo lo que está pasando en América Latina, que son fenómenos nuevos que desgraciadamente no cuentan con una información de la prensa convencional, se sorprenden porque no hay fenómenos similares. Por eso valdría la pena que los medios se ocupen mucho de este congreso y de lo que acá se discute, de las ideas nuevas que se plantean, porque se aprende mucho.

 

-¿Cree que todo esto no está desligado de los procesos políticos que se están dando en nuestro país y en Latinoamérica, con más afinidad a las demandas populares y críticos de las políticas neoliberales de los ‘90?

 

-Por supuesto, y hay cosas muy interesantes. Por ejemplo, yo tengo 26 programas desde la UNESCO, uno de ellos que es uno de los programas faro y que la UNESCO lo adoptó inmediatamente en el 2004, se llama ‘La voz de los sin voz’, en donde dividí toda Sudamérica en regiones culturales, con un acento especial en las culturas originarias, como la cultura andina que acá en el sur nace en Chile y la Argentina, sigue después por Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y llega hasta Venezuela, todo eso es una misma cultura. Nosotros vamos seleccionando los emergentes de esas culturas auténticas que no tienen nada que ver con el folklore comercial y hacemos muestras desde el 2005 donde esas comunidades muy pobres materialmente pero muy ricas culturalmente, incluídas las comunidades africanas, los afrobolivianos, los afroperuanos, los afroecuatorianos. Este programa ha sido elegido como el programa cultural del MERCOSUR. No ha tenido la difusión que merece por los medios masivos, pero es algo muy importante porque son pueblos que se encuentran por primera vez. Hay que ver la fiesta que es los diez días que pasan juntos intercambiando ritmos, instrumentos, cómo tocar… Es una integración desde la autenticidad. Ese tipo de cosas tienen que ver con congresos como éste.

 

-No es poca cosa estar trabajando en 26 programas

 

-Sí, pero los que aman el piano y los que me quieren como pianista les puedo asegurar, delante de testigos, que yo estudio todos los días cinco horas y media el piano. Es una guerra cotidiana, porque teniendo 26 programas a mi cargo que tienen que ver con la Argentina, con el MERCOSUR, con América Latina, con Medio Oriente y con algunos otros países, pero fundamentalmente con la Argentina que es mi gran pasión, decidir la prioridad del día pero separando cinco horas y medias es una batalla o, más que una batalla, una guerra.

 

-¿La Fundación Música Esperanza que usted creó y que sigue impulsando, que actividades está desarrollando actualmente?

 

-Son enormes, hechas a pulmón. En esta etapa nos hemos puesto a trabajar junto al Ministerio de Educación de la Nación, alfabetización para todos, cárceles incluídas. Y en su momento Daniel Filmus (ex ministro y actual diputado nacional) captó una de las ideas que aportó Música Esperanza para la nueva Ley de Educación que es que parte de la educación es también la práctica artística, porque es tocar otro sector del alma humana. Por ejemplo, trabajamos en todas las cárceles, con alfabetización y práctica artística, y en la cárcel de mi provincia, en Tucumán, un cineasta fue y trabajó con ellos cine. Se embalaron de una manera extraordinaria y cuando terminó eso armaron un coro, que era un corito lindo nada más, pero un año después –porque yo voy todos los años a tocar con ellos- me encontré con un ‘corazo’ y me dicen que “soñamos con cantar con tu hija como solista y vos en el piano”. Yo les dije que sí, que lo hacemos, y ellos me replican que lo quieren hacer no en la cárcel, sino en el teatro. Bueno, tragué saliva y dije que haré lo que pueda. Hablé con el gobernador y unos tres meses después los jueces dijeron que sí, si yo como embajador argentino ante la UNESCO garantizo que no se va a producir una evasión, una desventura, los dejaban salir. Ya salieron tres veces y el público los aplaude de pie. Cantaron en el 60 aniversario de la declaración de derechos humanos y el teatro estaba repleto, los aplaudieron de pie y los presos lloraban. Los abracé uno por uno y les dije que comprendía las lágrimas porque ahora yo voy a seguir tocando solo y ustedes vuelven a la celda. No, me respondieron, “por primera vez en la vida nos sentimos dignos de este momento, ver a nuestras madres, a nuestras mujeres, a nuestros hijos aplaudiendo, el público gritándonos ‘bravo’, por primera vez nos sentimos dignos de este momento”.

 

-Claro, un grado de autonomía y libertad que no habían conocido jamás y que lo alcanzaron a través de la música.

 

Por supuesto. Como también de las cosas que yo había propuesto en un congreso anterior y que las puse en práctica, la de trabajar con el Ministerio de Defensa e ir a pasar dos días en un cuartel. Hacer un programa de música pero que habla de los derechos humanos para los militares y sus familiares. Son cosas culturalmente extraordinarias, porque tienen un voltaje político enorme. Esos militares me dicen “gracias por venir, porque nosotros cargamos un fardo muy pesado de nuestros antecesores y aunque habíamos leído todo lo que vos contás, es la primera vez que podemos estar con un exdesaparecido, mirarnos a los ojos y explicarnos”. Todo eso es de un voltaje enorme.

 

La relación con Néstor y Cristina Kirchner  y el rol de la Argentina en la UNESCO contada por Estrella:

 

¿Cuando decidí aceptar por primera vez en mi vida un cargo político? Me lo venía ofreciendo desde hace mucho tiempo Néstor Kirchner. Yo le decía “hermano, yo no soy para eso, yo necesito una libertad de palabra y de acción muy importante y tengo una vida archirepleta; si tengo una vida familiar fuerte, estudio cinco horas y media el piano, doy cien conciertos por año, cincuenta de los cuales son para vivir y los otros cincuenta para solidaridad, dirijo una ONG que es cada vez más grande, soy embajador de buena voluntad de la UNESCO desde el año ’88, no tengo más tiempo; si querés soy embajador de buena voluntad tuyo, porque a mí vos me interesás, te he seguido en la campaña y te he votado con toda la convicción del mundo”. Eso fue una discusión de cuatro meses hasta que un día me habló y me dijo “changuito, basta, necesitamos de vos, hay cien que quieren ese cargo, pero Cristina y yo sabemos que hay un hombre para eso y ese sos vos; te lo juro que no vas a dejar de estudiar cinco horas y media por día al piano, ni tus conciertos, ni Música Esperanza, pero entendeme que hay tanto que cambiar en el mundo, por ejemplo, las Naciones Unidas, hay que cambiarla, el Fondo Monetario Internacional, hay que cambiarlo, el MERCOSUR, hay que construirlo, y para todo eso hay que tener un hombre en la UNESCO que comprenda que esos cambios son necesarios; dejate de joder”. Y era cierto. La diversidad cultural nos llevó meses de trabajo en la UNESCO hasta romper con el dictamen de Estados Unidos que solamente terminó siendo apoyado por Israel y por Australia. Todo el resto del mundo quería que la cultura no dependa de la Organización Mundial de Comercio. Y fue un paso gigante que dimos y que llevaba treinta años de lucha dentro de la UNESCO. A esas cosas se refería Kirchner cuando me decía “hay que modificar”. Y para eso hay que tener la voluntad política y además la presencia de alguien que represente a la Argentina. Entonces acepté el cargo y no estoy para nada arrepentido. La UNESCO estaba desguasada. Hoy tenemos un lugar completamente privilegiado en la UNESCO y estamos en el Consejo Productivo, en todos los cargos directivos, jefes y presidentes de comisiones, vicepresidentes de comisiones, es decir, somos un país de altísima consideración por parte de todos los componentes de la UNESCO. Y tenemos hombres de referencia que son nuestros como Daniel Filmus, que es el delegado de Argentina ante el Consejo Ejecutivo. Se volvió un hombre de consulta de la UNESCO. Él propuso en el 2003 el programa de canje de deuda por educación. En ese año Argentina era uno de los países más deudores de la UNESCO, no pagábamos desde mediados del menemismo, no teníamos derecho a voto, debíamos millones de dólares. Otros países estaban en la misma situación. Filmus es soberbiamente inteligente, pero no soberbio en su interior, tiene una inteligencia superior, perfil bajo, habla despacito. Lo hice ir tres veces en el 2003 y el 2004 para que hable ante grupos de embajadores, cincuenta, setenta, cien. Calmamente se los metió en el bolsillo en esta idea de canje de deuda por educación. Él dijo: “Para los países tan endeudados como nosotros que dedicamos tan poco del PBI a la educación y a la cultura, aunque tenemos la voluntad política de llevar al 6% -hoy estamos en el 6,47%-, si es cierto que uno de los pilares de la UNESCO es la educación, todo lo que invirtamos en educación, en educación para todos, descuéntenlos de las deudas que tenemos. Fue una batalla y al año siguiente se creó una comisión de canje de deuda por educación y se nombró como presidente a Daniel Filmus. Esas son partes de las luchas en las que me tocó intervenir. 

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