Jueves, 06 de noviembre
PROVINCIALES

Brown y Bouchard, dos patriotas del mar que terminaron enemistados/Por Claudio García

Corsarios en su origen, el almirante Guillermo Brown -quien nació un día como hoy de 1777 en Irlanda- y el capitán Hipólito Bouchard, escribieron páginas gloriosas de nuestra historia .

Corsarios en su origen, el almirante Guillermo Brown -quien nació un día como hoy de 1777 en Irlanda- y el capitán Hipólito Bouchard, escribieron páginas gloriosas de nuestra historia en aquellos años de la lucha americanista contra los españoles y la patria naciente. Pero entre ellos terminaron teniendo un odio personal.

Guillermo Brown, el “primer almirante de la patria”, tuvo un rol decisivo en el proceso de independencia de España, en la lucha contra los realistas que en principio fue “americanista”  y en el triunfo en la guerra con el Brasil. Nacido en Irlanda un 22 de junio de 1777, fue un “corso”, un extranjero contratado en los albores de la patria, pero abrazó la causa de la liberación del dominio español y en poco tiempo se convirtió en un protagonista excluyente de nuestra historia, un patriota, “ídolo del pueblo” por sus victorias al mando de una flota precaria.

Como definió el historiador Miguel Ángel De Marco, los corsarios fueron en general aventureros “que al mando de barcos mercantes armados en guerra y con patente de sus respectivos gobiernos tenían por misión perseguir a aquellos forajidos o a las embarcaciones de países enemigos”.

Junto con Guillermo Brown hubo otro corsario que terminó también siendo un patriota, que realizó hazañas del mismo nivel que nuestro primer almirante e incluso en algún sentido mayores, como todas las circunstancias de su viaje alrededor del mundo con la fragata “La Argentina”: Hipólito Bouchard, que en su época fue más conocido con el nombre de capitán Buchardo o comandante Buchardo.

Pero Brown y Bouchard terminaron con un odio personal, enemistados, se imaginaban uno del otro “colgado de una verga”, aunque supieron hacer causa común cuando lo exigió la lucha contra los españoles. Una historia que se debe contar.

GUILLERMO BROWN

De Marco escribió  una semblanza muy ajustada de Guillermo Brown.

Nació el 22 de junio de 1777 en Foxford, Irlanda, Brown llegó al Plata en 1809 y en un principio sólo fue un extranjero más; un capitán mercante que desarrollaba sus actividades de cabotaje sin mayores contratiempos. “Pero al estallar la Revolución de Mayo, y sobre todo a partir de 1813, cuando se le encomendó la formación de la segunda escuadra patriota, su nombre comenzó a ser mencionado con respeto y admiración”, señaló.

Escribió el historiador que aquel teniente coronel extranjero “trabajaba con entusiasmo incansable para convertir en buques de guerra a las modestas y generalmente anticuadas naves de tráfico fluvial que había podido comprar un gobierno acuciado por los gastos de una guerra librada en varios frentes”.

Se dudaba del éxito que pudiera obtener frente a la temible flota realista de Montevideo, pero lo obtuvo. “El regreso a Buenos Aires, tras haber despejado el peligro en los ríos argentinos luego del combate naval de Montevideo, estuvo signado por la gratitud y el entusiasmo de la población que honró a los veteranos y a los noveles marinos”, expresó De Marco.

El historiador resumió además que terminada la campaña “Brown emprendió una campaña corsaria con la fragata Hércules que le donó el gobierno; el bergantín Trinidad (al mando de Miguel Brown), el bergantín Halcón (a las órdenes de Hipólito Bouchard) y la goleta Constitución (comandada por Oliverio Rusell, armada por el patriota chileno Julián Uribe, que naufragó a poco de partir). El crucero llegó a la zona glacial antártica (se estima que pudo avistar las costas septentrionales de la Península Antártica). Luego del penoso cruce del Cabo de Hornos marchó hacia el oeste ingresando en el Océano Pacífico. Recorrió las costas de Chile, Perú y Ecuador, entre 1815 y mediados de 1816. En Guayaquil fue hecho prisionero, luego de intenso batallar, y lo rescataron sus camaradas de luchas y aventuras en un episodio memorable”.

De Marco allí menciona como al pasar lo que después desarrollaremos con más detalle: “Producida la separación de Bouchard, intentó regresar a Buenos Aires, pero al enterarse de que pesaba sobre él una orden de arresto por haber zarpado en la campaña anterior sin orden del gobierno, volvió a hacerse a la mar y fue apresado por los ingleses, que le arrebataron todas sus presas”.

Relató además De Marco que durante la guerra con el Brasil (1825-1827) “el prestigio del almirante llegó a su cenit”, ya que enfrentó “con unos pocos barcos a la escuadra más grande de Sudamérica”. Y terminó haciendo retirar las naves brasileñas: “Los fracasos y triunfos de la Escuadra Republicana -especialmente la batalla de Juncal, donde Brown ciñó la espada que le obsequiara el coronel inglés Ramsay- jornada de gloria para las armas argentinas, originaron parecidas muestras de admiración”.

Alguna vez escribí en un artículo que el accionar  de Brown en el Río De La Plata, la de otros generales en tierra, junto a la Gesta del 7 de Marzo, cuando se derrota a las naves brasileras acá en la zona de comarca Viedma-Patagones, completaron una victoria contundente contra el imperio brasilero que fue traicionada “por la política”:

“El 9 de febrero de 1827, el Alte. Brown triunfa en la batalla de Juncal, en el río Uruguay e impone así su dominio en el Río de la Plata; el 13 de febrero de 1827, el triunfo de Bacacay logrado por el general Juan Galo de Lavalle; el 15, Mansilla en Ombú; el 20, Alvear en Ituzaingó, y los primeros días de marzo la derrota de los brasileros –más de 600 hombres, de los cuales unos 250 eran ingleses o norteamericanos y algún francés- en Carmen de Patagones.  A pesar de la victoria militar (un autor brasilero Manuel de Oliveira Lima señaló en su libro Formación Histórica de la Nacionalidad Brasileña que “la Argentina pudo reclamar para sí los mejores triunfos militares y diplomáticos”), desde el gobierno de Rivadavia se buscó una paz que terminaría perjudicando a nuestro país con la pérdida del actual Uruguay, que era una de sus principales provincias. Es que atrás de la guerra con el Brasil siempre estuvo operando Gran Bretaña, que terminó logrando uno de los principales objetivos del imperio: evitar que la Argentina tuviera el dominio en su totalidad del Río de la Plata, y por ende del puerto de Montevideo”.

Sobre Brown hay que agregar, volviendo a la semblanza de De Marco, que a lo largo de su retiro del servicio y durante su gestión como gobernador delegado de Lavalle (1828), en el período en que se desempeñó como jefe de la escuadra de Rosas, continuó gozando del respeto de propios y extraños, incluso del general italiano Giuseppe Garibaldi, vencido en Costa Brava (15 de agosto de 1842), quien señala en sus Memorias: “(Brown) es la primera celebridad marítima de la América meridional, con justos títulos, porque había mandado la escuadra de Buenos Aires en tiempos de la dominación española”.

En sus últimos años, afectado por una neurosis que lo amargó completamente, no le fue ajeno el afecto popular, que se manifestó caudaloso cuando el Viejo Bruno, como se lo llamaba cariñosamente, pasó a la inmortalidad, el 3 de marzo de 1857.

HIPÓLITO BOUCHARD

Bouchard nació en Francia y su crianza en un puerto de mar ya lo marcó para que se dedicara a la navegación y al comercio. Estaba en Buenos Aires al estallar la revolución de 1810 y a partir de allí se comprometió con los intereses de la independencia argentina y la libertad americana.

Formó parte de la primera escuadrilla que armó el gobierno revolucionario, tuvo una breve etapa en que participó de la guerra en tierra firme y así, al mando de San Martín, participó en el combate de San Lorenzo. Años después volvería a acompañar al Libertador en su memorable expedición al Perú.

Sobresalió como corsario argentino en el mando de la fragata “La Argentina”, con la que prácticamente dio la vuelta al mundo.

Mitre resumió muy bien los hitos del mando de Bouchard en “La Argentina”: “Una campaña de dos años, dando la vuelta al mundo en medio de contínuos trabajos y peligros, una navegación de diez a doce mil millas por los más remotos mares de la tierra; en que se domina una sublevación, se sofoca un incendio a bordo, se impide el tráfico de esclavos en Madagascar; se derrota a los piratas malayos en el estrecho de Macasar, se bloquea a Filipinas anonadando su comercio y su marina de guerra, se domina parte de la Oceanía, imponiendo la ley a sus más grandes reyes por la diplomacia o por la fuerza; en que se toma por asalto la capital de la Alta California, se derrama el espanto en las costas de Méjico, se hace otro tanto en Centroamérica, se establecen bloqueos sobre San Blas y Acapulco, se toma a viva fuerza el puerto de Realejo, apresándose en este intervalo más de 20 piezas de artillería, rescatando un buque de guerra de la nación, y aprisionando o quemando cerca de 25 buques enemigos, dando el último golpe mortal al comercio de la metrópoli en sus posesiones coloniales y paseando en triunfo por todo el orbe la bandera que se le había confiado, es ciertamente un crucero memorable y digno de ser historiado”.

Cabe agregar otros detalles, no menores. Julio Manrique, tripulante de “La Argentina” asegura que antes de dirigirse a las Islas Sándwich el corsario argentino planeó atacar la isla británica de Santa Elena y liberar a su admirado Napoleón. Y que no lo hizo por las represalias que se hubieran tomado contra la naciente patria argentina.

Otro aspecto en el que difieren los historiadores tiene que ver con la bandera argentina. Si bien hablan en general que enarbolaba la bandera celeste y blanca, en realidad la original era azul y blanca, es decir, el azul y no el celeste fue el color primigenio de nuestra enseña. Por eso se afirma también que las nuevas naciones centroamericanas eligieron el color azul para sus banderas en homenaje a los corsarios argentinos que hostigaron a los españoles en sus tierras.

BROWN Y BOUCHARD

En los primeros meses de 1815 corría el rumor que España –donde ya Fernando VII había sido repuesto en el trono- estaba preparando una expedición para recuperar el Río de la Plata.

Complicada también la situación militar en el Alto Perú, se decide en Buenos Aires que los buques corsarios asuman la misión de impedir que los españoles llegasen al Plata. En realidad primero se quiso formar una escuadra al mando de Guillermo Brown, pero la escasez de fondos hizo optar por las operaciones corsarias en el mar. Se supo también que la expedición española había salido de Cádiz pero ya no para la zona del Río de la Plata sino para Venezuela y Nueva Granada.

Por convenio con el director supremo Alvarez Thomas, Brown fue designado comandante especial de una expedición corsaria en el Pacífico con los barcos Santísima Trinidad y Hércules. Paralelamente, un 12 de septiembre de 1815, se otorgó patente de corso a Hipólito Bouchard para que comandase el bergantín Halcón y que se pusiese a las órdenes de Brown.

Como escribió Mitre: “Puestos de acuerdo Brown y Buchardo, los dos jefes del corso se dividieron como dos soberanos el imperio del mar Pacífico. Brown se dirigió a Juan Fernández con intento de dar libertad a los prisioneros patriotas que allí existían, y Buchardo cruzando las costas de Chile y del Perú, estableció el bloqueo del Callao”. Allí Buchardo apresó la fragata Consecuencia, que venía de España con un rico cargamento, que de esta manera pasó a manos de la escuadrilla republicana y que posteriormente quedaría su mando rebautizada con el nombre de “La Argentina”.

Los historiadores cuentan que en el bloque del Callao se inició una rivalidad en Brown y Bouchard por la cual uno del otro terminó deseando que “debía ser colgado de una verga”, aunque siempre dejaron sus disputas personales de lado cuando se trataba de atacar con decisión al enemigo común.

En el bloqueo de la bahía del Callao causaron durante 20 días muchas pérdidas al enemigo. Luego, Brown y Bouchard concertaron un ataque sobre la ciudad de Guayaquil. Allí Bouchard con el Halcón se apoderó de la fortaleza de la Punta de Piedras y se hizo de la bandera española. Pero Brown no tuvo suerte en su ataque –la Santísima Trinidad quedó varada en seco en la costa- y terminó capturado. Pero el hermano de Guillermo Brown, Miguel Brown al mando del Hércules y Buchardo al mando del Halcón continuaron el hostigamiento del puerto hasta lograr, vía un tratado, su liberación. Allí se negoció también la devolución de los buques apresados por los corsarios argentinos, y el resarcimiento económico por terminar las acciones de guerra y salir mar afuera. Por ejemplo, los capitanes argentinos entregaron la Candelaria a los españoles, la Santísima Trinidad quedó también en manos de los realistas, pero la Consecuencia quedó bajo propiedad de los corsarios.

Para Mitre, Buchardo “dejó bien puesto el honor de la bandera argentina con gran utilidad pecuniaria para los armadores del corso”. Pero el hecho de la liberación de Brown por parte de la decidida acción de Bouchard profundizó su enemistad y luego de salir a mar abierto ambos decidieron de común acuerdo separarse. Allí el Halcón pasó a manos de Brown y Buchardo se hizo de la Consecuencia que bautizó “La Argentina”, con la que realizó incontables hazañas. (APP)

BIBLIOGRAFÍA: “Guillermo Brown, el irlandés que se convirtió en Primer Almirante argentino” de Miguel Ángel de Marco, publicada en Infobae. “Vida aventurera de Sir Francis Drake” de Saint Cross, editorial Codex. “Episodios de la revolución” de Bartolomé Mitre, editorial Universitaria de Buenos Aires. “Corsarios argentinos” de Miguel Ángel De Marco, editorial Planeta. “La fantástica gesta del capitán Hipólito Bouchard y las campañas corsas”, recopilación de Héctor Oscar Cottonaro. “El corsario albiceleste: Hipólito Bouchard”, ensayo de Pablo Martín Cerone.

Noticia Anterior

Neumáticos en desuso y derrames cloacales: los temas centrales de Ambiente en el Deliberante

Noticia Siguiente

Primer TEDxViedma

Comentarios

  • Se el primero en comentar este artículo.

Deja tu comentario

(Su email no será publicado)

🔔 ¡Activa las Notificaciones!

Mantente informado con las últimas novedades.