En la historia argentina hay muchos mitos y malentendidos, y la casa donde se declaró la Independencia de San Miguel de Tucumán no podía no tenerlos. Casi nada de lo que ahora vemos, por ejemplo, es original, sino que ha sido fruto de varias remodelaciones.

Sin embargo, nos hemos quedado con esa imagen de la conocida lámina de los manuales escolares, como la del Tambor de Tacuarí, la plaza llena de gente con paraguas frente al Cabildo, o los rostros de los próceres. Y así nos han inducido a imaginarnos detalles que poco han tenido que ver con la realidad.

Según los historiadores ese 25 de Mayo no había paraguas y en el diario del Deán de la Catedral solamente se menciona que ese día estaba nublado, pero nada dice del pueblo reunido. El General San Martín con cruzó la cordillera montado en un caballo blanco, sino que lo hizo enfermo y llevado por sus soldados. ¿Era así Mariano Moreno como en el famoso cuadro?

Ahora se sabe que la Casa de Tucumán fue alquilada por se han encontrado los recibos y en nada se menciona a doña Bazán Laguna.

Más de dos veces por la desidia de los gobernantes de turno y la indiferencia general, sin ningún  tipo de  mantenimiento, quedaba en ruinas y prácticamente abandonada a su suerte. Pareciera ser una imagen de nuestra propia decadencia como nación. Una paradoja de la historia.

Por un raro azar hay fotos de cuando se encontraba en ese estado y muchas veces una foto dice más que mil palabras. La misma data del año 1869 y nos deja un regusto amargo en la boca.

Jorge Luis Borges dejó para la posteridad un sentido poema al respecto: “Oda escrita en 1966”:

“Nadie es la Paria. Ni siquiera el jinete/ que, alto en el alba de una plaza desierta, / rige un corcel de bronce por el tiempo, / ni los oros que miran desde el mármol, / ni los que prodigaron su bélica ceniza/ por los campos de América/ o dejaron un verso o una hazaña/ o la memoria de una vida cabal/ en el justo ejercicio de los días. Nadie es la Patria. Ni siquiera los símbolos.  Nadie es la Patria. Ni siquiera el tiempo/ cargado de batallas, de espadas y éxodos/ y de la lenta población de regiones/ que lindan con La aurora y el ocaso, / y de rostros que van envejeciendo/ en los espejos que se empañan/ y de sufridas agonías anónimas/ que duran hasta el alba/ y de la telaraña de la lluvia/ sobre negros jardines.  La Patria amigos es un acto perpetuo/ como el perpetuo mundo. (Si el Eterno/ Espectador dejara de soñarnos/ un solo instante, nos fulminaría, / blanco y brusco relámpago, su olvido.) / Nadie es la Patria, pero todos debemos/ ser dignos del antiguo juramento/ que prestaron aquellos caballeros/ de ser lo que ignoraban, argentinos, / de ser lo que serían por el hecho/ de haber jurado en esa vieja casa. Somos el porvenir de esos varones, / la justificación de aquellos muertos; / Nuestro deber es la gloriosa carga/ que a nuestras sombras legan esas sombras/ que debemos salvar.  Nadie es la Paria, pero todos lo somos. / Arda en mi pecho y en el vuestro, incesante, / ese límpido fuego misterioso”.

La admonición de Borges, en estos aciagos días colmados de incertidumbres, nos exige a todos que recuperemos el amor a la Patria, porque lo que está en ruinas no es un edificio sino la fe y la confianza de los argentinos. Es hora de despertar para ser lo que debemos ser: ARGENTINOS.

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