Lunes, 03 de noviembre
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Daher Salomón, un poeta deshollinador que evoca a los surrealistas/Por Claudio García

Prólogo de Claudio García del libro “Surrealistas”, con poemas de Daher Salomón e ilustraciones de Ángeles Tomassetti, que se presentó el pasado viernes 6 de octubre en la Biblioteca de la Legislatura

Prólogo de Claudio García del libro “Surrealistas”, con poemas de Daher Salomón e ilustraciones de Ángeles Tomassetti, que se presentó el pasado viernes 6 de octubre en la Biblioteca de la Legislatura de Río Negro:

Daher Salomón nos trae en este libro su homenaje poético a escritores y artistas que adscribieron al surrealismo, ese movimiento que se originó y desarrolló en Francia entre 1920 y 1930, cuyo espíritu y procedimientos todavía pueden encontrarse en la obra de muchos artistas.

Pero hay algo más que un reconocimiento a los principales referentes de esta vanguardia artística, la más importante sin dudas en relación a otras que surgieron en la primera mitad del siglo XX y que tenían en común la rebelión contra los valores, las tradiciones y las estéticas anteriores, como el dadaísmo. El autor despliega una significativa voz poética personal que va más allá de estar claramente familiarizado con esos artistas a los que invoca.

Bretón escribió que el surrealismo debía ser entendido como “un  automatismo psíquico por el cual nos proponemos expresar, ya  verbalmente, ya por escrito, ya de cualquier manera, el funcionamiento real del pensamiento  (…) en ausencia de todo control ejercido por la razón, y al margen de toda preocupación estética o moral”.  

En su primer “Manifiesto del surrealismo” deja en claro que junto al inconsciente y la escritura automática, el sueño es uno de los principales elementos de este movimiento y que debe emplearse también “para resolver los principales problemas de la vida”. Posteriormente escribió, junto a Paul Éluard,  un segundo manifiesto donde señala que un verdadero surrealista no puede estar ajeno a la necesidad de una praxis por la revolución socialista.

Pero hay una concepción si se quiere más amplia del surrealismo, que creo encuadra en algunos de los referentes elegidos por Salomón y cuyos elementos son distinguibles en otros autores hasta hoy. Graciela Cervino, docente y licenciada en Letras argentina, señaló en este sentido  en un prólogo al “Poeta en Nueva York” de Federico García Lorca (en la edición de Losada de 1995) que se podría entender por surrealismo “las actitudes y procedimientos que facilitan la comunicación del mundo más íntimo del artista con el mundo exterior; la adhesión a un arte libre de ataduras que posibilita la expresión sincera; el derribar los límites de la lógica para mostrar mejor una realidad otra; el lenguaje corrosivo de la obra, su sorprendente imaginería (…) imponiendo una visión de las cosas distinta a la habitual…”

Personalmente me han parecido siempre enriquecedores algunos procedimientos y técnicas surrealistas que encuentro aquí y allá en distintos autores. De la misma manera, considero como precursores del movimiento surrealista a los escritores malditos del siglo XIX, fundamentalmente Baudelaire, Rimbaud y Gérard de Nerval, y a lo largo de la historia uno encuentra protosurrealistas si se quiere en distintas expresiones artísticas. Basta ver “El jardín de las delicias” de El Bosco en el caso de la pintura para saber que los cuadros de Dalí no surgieron de la nada ni de una simple adscripción durante su estadía en Francia a la corriente formal del surrealismo.

A mí como a Salomón me impresionaron en su momento algunos escritores surrealistas, como Artaud, primero a través de una antología que tenía  prólogo de Alejandra Pizarnik, y luego con su Van Gogh, el suicidado de la sociedad, que por mucho tiempo me impactó muchísimo.

Graham Greene dijo algunas vez que los autores que descubrimos siendo jóvenes nos van a marcar para toda la vida, y algo así me pasa a mí que siempre vuelvo a releer a los surrealistas y poetas malditos, y, me imagino, lo mismo le pasará a Salomón como sugiere esta obra de evocación poética.

En cuanto al contenido y la forma, hay una voz poética potente que también es distinguible en todos sus libros –el autor ya tiene una trayectoria muy prolífica- donde se cruzan otras influencias más allá del surrealismo, como Miguel Hernández y Juan Gelman, por mencionar un par, sin hablar de obras específicamente ligadas a una orgullosa pertenencia a la comunidad árabe.

En cada poema de evocación a un artista hay versos con imágenes y metáforas muy bellas que probablemente lo describen mejor que  muchas biografías sesudas. Para poner un par de ejemplos, en el primero referido a Antonin Artaud -poeta, actor, dramaturgo, ensayista y crítico de arte- escribe: “Antonin empuja su lobreguez fuera del laberinto/que le proponen los estratos del desvarío”. Y sí, Artaud atravesó el sufrimiento mental de acuerdo a los dictámenes de la ciencia y por eso terminó en un manicomio francés, pero su obra demostró que aún con sus desvaríos nunca fue un enajenado, empujó la oscuridad por fuera de los estados supuestamente irracionales y siguió escribiendo una poesía muy valiosa y desgarradora.

Sobre Bretón escribe: “Francia se conmueve ante la intransigencia/de un André (…) ”. Y sí, André Bretón fue el principal teórico de un surrealismo que junto al libre ejercicio del pensamiento que debía salir de los mandatos reguladores de la razón, le sumó tiempo después la condición o el sustratum  que quienes adscriban al movimiento  deben ser además revolucionarios.

De Jean Arp escribe “El azar donde el lirismo delira/ la espina de la fantasía en la cavidad central”; de Jacques Prévert “¿Te acuerdas Jacques de las paroles/agonizando entre las ruinas  (…)  ¿Te acuerdas Jacques que yo no estuve ahí/ donde tu voz se hizo canción?”; de Salvador Dalí “Ahí está. Contra la molicie del tiempo/ doblada/ sobre/la/tela/como/una/ oruga/Junto a la rúbrica de Salvador/ la veo/ derramarse/correrse/como la pincelada de un descuido”, y de Leonora Carrington “Me verás bruja/no musa/ no mujer/niña/ no sexo/Me verás hiena andrógina/caballo salvaje de la naturaleza”.

La obra y la vida de los artistas pasan por el tamiz de Salomón y se convierte en versos que difuminan el origen y a la vez son migas de pan para descubrir los legados de quienes se evoca.

Así de René Char escribe “En la cueva donde el sol no despierta/donde afloran ramilletes de muñones/Hypnos rastrea las huellas de Thánatos/y los dos juntos me descubren”; de Marcel Duchamp “El caballo de pelaje vidriado/sortea las casillas en sentido contrario/al del sesgo que condiciona al alfil pardo/Este abandona el urinario y se aparea”, y de Luis Buñuel “Luis enciende la cámara/para que delante de la lente fluyan/los relatos distópicos de su imaginación en pleno desborde”.

Hay más, mucho más, pero no se me escapa la inclusión de un par de su ciudad, de un amigo de Salomón, Pablo Tolosa y el libro tiene el plus no menor de los dibujos de Ángeles Tomassetti, su compañera de vida, quien revela en cada página su mirada de los rostros de cada artista y otras imágenes.

El diseño del libro además tiene el espíritu del movimiento al que se homenajea y así hay poemas más cortos en color en paralelo al poema principal si se quiere, la tipografía de letra cursiva  da una sensación visual del ejercicio de una plena libertad, más la suelta de consignas que caracterizan al surrealismo en el inicio de la obra.

Además, el propio Daher Salomón se expone a un autorretrato, se refiere a su poesía sin jugar a las escondidas como los niños: “Los poetas negros se apoderan de sus venas/y las contaminan/con su yo extremo/ Hay un par de obsesiones que retumban/en la médula profunda de su naturaleza cósmica”.

Puede haber muchas tipologías de poetas, pero haciendo un paralelismo con la clasificación que hizo Kierkegaard de los seres humanos en  funcionarios, criados y deshollinadores: los que citan refranes, los que no citan refranes y aquellos que se los inventan. Los poetas funcionarios serían aquellos que escriben poemas que suenan a paráfrasis de poemas ya escritos; los poetas criados serían los que quieren romper con todo legado poético y por supuesto están condenados al fracaso, y los poetas deshollinadores son los que descubren la naturaleza de la poesía y así construyen su propia voz poética. Daher Salomón es un poeta deshollinador, un verdadero inventor de poemas.

                                              

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