Viernes, 24 de octubre
PROVINCIALES

Elías Chucair, diputado y escritor padentrano, nombrador y popular/Por Carlos Espinosa

El pasado 25 de mayo Elías Chucair hubiese cumplido 98 años, pero falleció el 30 de julio de 2020 y esta crónica tiene por finalidad ponderar algunos aspectos de su intensa vida.

El pasado 25 de mayo Elías Chucair hubiese cumplido 98 años, pero falleció el 30 de julio de 2020 y esta crónica tiene por finalidad ponderar algunos aspectos de su intensa vida, en la política y en la creación literaria. Chucair nació y vivió siempre en Ingeniero Jacobacci, en ese sur rionegrino que conoció y supo describir como pocos. Trascendió con sus obras, con más de 40 libros editados, difundidos en todo el ámbito patagónico y también en otras provincias ubicadas más al norte.

Durante más de cuatro décadas Chucair se dedicó a la creación de poemas y relatos con fuerte contenido verídico, en donde sus personajes de carnadura real se movían en el paisaje de la línea sur. Pero no escribió ningún libro que contenga, en forma ordenada y  cronológica, sus ricos recuerdos de aquella etapa de legislador provincial,  entre 1958-62 y 1963-66,  cuando fue legislador provincial.

Dos veces fue elegido por el pueblo para ocupar una banca parlamentaria provincial. En 1958 por la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI) que respondía al presidente Arturo Frondizi y al gobernador Edgardo Castello. En 1963 por el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID) de la misma orientación. En ambas ocasiones su mandato fue interrumpido por golpes militares.

Hace más de 15 años este cronista registró el relato de Elías Chucair, en primera persona, recordando su paso por la política. Lo que sigue es una síntesis de aquella conversación.

Recuerdos de Chucair, desde la banca

 â€œComencé a militar en política a los 22 años. En 1948, más o menos, aparecieron un día (en Ingeniero Jacobacci) José María Guido, Edgardo Castello, José María Diego Contín y el doctor Pochelú, de Bahía Blanca. Convocaron a todos los que querían enrolarse en la UCR y se hizo una reunión. Yo venía leyendo los diarios de sesiones del Congreso de la Nación, porque un amigo de Jacobacci (de apellido Eguibar) trabajaba en la  cámara de Senadores y me los mandaba. Así que yo seguía los debates con intervenciones de Frondizi, de Balbín, de Alende y tantos otros.

En esa reunión firmamos un manifiesto, éramos como 20 personas, pero después que se fueron los visitantes, al otro día, antes que lo mandáramos a imprimir algunos vinieron a pedir que le sacáramos el nombre, porque durante la noche habían pensado que era perjudicial, que los podían perseguir y esas cosas. Así que al final quedamos unos diez o doce, y se formó el partido radical, estaban dos primos míos, don René Casamiquela, su hijo Héctor, José Villar, y otra gente, todos bajo la sigla de la UCR.

Después llegó la división y por un lado quedamos nosotros como UCRI (Unión Cívica Radical Intransigente) y por el otro la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP)”.

 â€œPara cuando se armó la Convención Constituyente (que empezó a sesionar el 31 de agosto de 1957) ya me decían que yo tenía que estar en la lista de legisladores, así que vine a Viedma para ver algunas sesiones y aprender un poco. No hubo internas para mi candidatura, me propusieron de Bariloche, porque era un solo circuito, junto con El Bolsón y Jacobacci, hasta Los Menucos.

Había  tres diputados por Bariloche –dos por la mayoría: Beveraggi y Campbel, y uno por la minoría, Aguirre-; Jacobacci tuvo tres legisladores: Héctor Casamiquela y yo por la UCRI, y Andrés García Crespo por la UCRP. Además también (en el primer gobierno constitucional, encabezado por Castello)  tuvimos un ministro oriundo del pueblo: don René Casamiquela (en la cartera de Asuntos Sociales)”.

 â€œEdgardo Castello era excesivamente responsable y en buena hora, porque así debe ser el ciudadano que asume un cargo público, como el de dirigir los destinos de una provincia. Nos tenía en jaque (a los legisladores) por allí teníamos un receso, pero antes de irnos a casa nos reunía y nos decía: yo necesito  para el mes que viene esta ley.

Había que poner en marcha la provincia, no había legislación. Había que legislar para tierras, para aguas, para educación, para salud, para la policía; en fin: en todos los órdenes. A mí me  tocó elaborar la ley orgánica de la policía, estuve un mes y pico yendo de noche a la casa de un ex jefe retirado (de la policía del Territorio Nacional)  para ir entrando en el tema, buscábamos las leyes de otras provincias y las analizábamos. También trabajé en la ley orgánica de los municipios, porque fui presidente de la comisión de Asuntos Municipales.

Teníamos sesiones todas las semanas, hemos estado hasta dos meses sin volver a nuestras casas, de tanto trabajo que teníamos por delante. La situación lo exigía, había que fundar una  provincia. Después, las legislaturas que siguieron, sólo tenían que hacer modificaciones en esas leyes que ya estaban.

El trato entre nosotros era cordial, entre todas las bancadas. Pero hubo sesiones muy bravas, como cuando se intervino a la municipalidad de San Antonio, por pedido del Ejecutivo. Vino mucha gente, que pedía la intervención”.

 â€œRecuerdo que los radicales del pueblo, encabezados por Julio “Buby” Rajneri, se habían preparado para atacar la decisión de intervenir y pidieron una interpelación al ministro de Gobierno, José Basail. Entonces don José, un viejo político fogueado en esos entreveros, empezó su disertación hablando de lo que era el juego de la democracia, y dijo que recordaba cuando había tenido en sus brazos, siendo una criatura, al mismo hombre que le pedía la interpelación. Porque,  claro, los dos eran de Roca y en efecto don José era amigo de la familia Rajneri y de don Fernando, el padre de Buby.

Buby había ido muy caliente  a la Legislatura, para ese debate, pero se sorprendió ante esa reflexión, y después lo comentaba entre nosotros: este hombre me desarmó, me dejó sin argumentos”.

”Pusimos demasiado  en el trabajo legislativo y descuidamos lo político, al punto que después perdimos las primeras elecciones. Nos metimos de cabeza en las necesidades en los problemas de la provincia y no hicimos política partidaria.

La  gente participaba, venía mucho público a presenciar los debates en la sala del viejo teatro Argentino (modificada en el año 1973 para convertirla en la actual Legislatura de Río Negro, nota del cronista). Hubo sesiones que duraban toda la noche, como por ejemplo la sanción de la ley 200, de creación del IDEVI, que se prolongó hasta las tres y quince de la madrugada del cinco de agosto de 1961, con cuartos intermedios, para conversar con la gente.  Me acuerdo cuando sentamos las bases para la creación del Instituto Superior del Profesorado en  Viedma, tuvimos mucho apoyo de los profesores y alumnos.

En el primer período no teníamos casas (recién en la segunda Legislatura, 1963-66, se ocuparon las flamantes viviendas, sobre calles Gallardo y Colón), yo personalmente viví seis meses en la casa de don René Casamiquela; después conseguí una habitación al lado de la zapatería de Fina Yunes (calle Alvaro Barros) y más tarde una de las casas baratas (calle Roca y Moreno) que las alquilaba el Banco Hipotecario Nacional, y conseguí por recomendación de Guido (que era senador nacional).

Algunos diputados vivian en Patagones, acá (en  Viedma) el único hotel era el Roma. Muchas veces nos juntábamos para comer en Patagones, íbamos al restaurante de un  tal Cepillo, enfrente del muelle. Cruzábamos en lancha de ida y de vuelta. No había mucho para hacer, Viedma y Patagones eran muy  chicos.

Recuerdo que a  veces íbamos al boliche de Pappático en Patagones, para escuchar algunos cantores. Después estaban los asados en los studs de los caballos de cuadreras, allí lo pasábamos muy bien, con gente del campo”.

 â€œYa en 1963, cuando fui elegido legislador por segunda vez, me tocó ser opositor al gobierno de Carlos Nielsen (de la UCRP), y tuvimos muchos enfrentamientos. Hicimos muchos pedidos de informes, que nunca los contestaban, con la explicación de que no se ajustaban a la forma. Yo presenté un  proyecto de ley reglamentando la forma en que se deben presentar y contestar los pedidos de informe, pero tampoco nos hacían caso.

Por aquel mismo tiempo impulsé un proyecto para establecer como Día del Libro en la provincia de Río Negro la fecha de la aparición del primer libro editado aquí, que fueron los “Apuntes Históricos del Río Negro” escritos por Juan  José Biedma en 1887, que tampoco salió”.

 â€œNo faltaban los momentos de buen humor y a veces nos permitíamos alguna broma. Farid Marón, gran dirigente de Valcheta y primer presidente de la Legislatura, era acopiador de lanas y seguía haciendo algunos negocios, con un socio en Buenos Aires, mientras cumplía su función legislativa. Una tarde con Aldo Liccardi (que fue secretario del cuerpo, durante un tiempo) se nos ocurrió hacerle una  cargada.

Eran los tiempos en que el texto de los telegramas llegaba escrito en tiritas que se pegaban en un formulario del Correo. En una máquina de escribir hicimos un texto que decía: el precio de la lana bajó el 40  por ciento, se recomienda no hacer operaciones, y firmaba el socio de Marón. Pegamos la tiritas y doblamos el telegrama como si fuera verdadero y le pedimos a un ordenanza que se  lo llevara al estrado, en la mitad de la sesión. En efecto el falso telegrama le llegó y el amigo Marón lo leyó con cierto disimulo, se  puso serio y se quedó después muy pensativo, calculando la plata que podía haber perdido. Toda esa noche estuvo abstraído y recién al día siguiente el contamos que era una broma”.

Aquella conversación, en la amigable casa de su hija Silvia, en Viedma, culminó con la invitación para dirigirnos a la sede del parlamento rionegrino, donde ya estaba acordado –con las áreas de prensa y protocolo- que accederíamos al recinto para tomarle unas fotos sentado ante una banca. “Bueno, tenés que esperarme un ratito, porque tengo que ponerme camisa, corbata y saco, no puedo ir a ese lugar con una  blusa, sport y campera, porque yo tengo un gran respeto por la Legislatura” advirtió Elías, sin disimular la emoción por la circunstancia.

La esencia del escritor

Quien esto escribe tuvo el privilegio de una afectuosa amistad con Elías Chucair a lo largo de 25 años. La escritora y editora Julia Chaktoura (de Ediciones del Cerro y Remitente Patagonia, de Trelew, que publicaron casi toda su obra literaria con más de 30 títulos) le encomendó el prólogo para “Vivencias de Patagonia en un poema”, del 2012, donde quedó recopilada gran parte de la poesía de Chucair.

Ese trabajo, que lleva por título “Padentrano, nombrador y popular” se transcribe a continuación.

Elías Chucair es padentrano, y eso es una virtud, que ejerce con autoridad.

Permítanme que les explique un poco de dónde viene esa palabreja. Don Arturo Jauretche la usaba y la había tomado de un texto del poeta Osvaldo Guglielmino, que a su vez la inventó para contraponerla a esa expresión grosera de “pajuerano” con la que los habitantes de la Capital designan (o designaban) a los recién llegados del país interior. Ser padentrano es, entonces, pertenecer, ser y estar en el adentro de la Patria; conocer, amar y odiar (todo al mismo tiempo) este interior maravilloso y sorprendente, defenderlo y hacerlo conocer.

Por eso afirmo y reitero: Elías Chucair es padentrano. Tiene sangre inmigrante en sus venas, y además a lo largo de toda su vida ha fertilizado una fraternal relación con los criollos y los indios. Esta actitud potencia su condición de padentrano, precisamente, porque el país de adentro está mayormente poblado por esos seres, invisibles a los ojos de la metrópoli. Este poeta amigo, rionegrino y padentrano, dedica muchos de sus versos a poner en el foco de la luz esos rostros del trabajo y el desarraigo. Los coloca en el centro del escenario.

Además, Elías Chucair es nombrador, y esa calidad lo distingue junto a otros poetas de su misma generación, Jaime Dávalos, Armando Tejada Gómez, Antonio Esteban Agüero, Edgar Morisoli, Pepe Sánchez y tantos.

Los nombradores son los poetas, narradores y cronistas que llaman a los personajes de sus escritos por sus nombres, como un pequeño homenaje, manifestación de respeto y sincero manejo de la información referencial. Pero, también, son quienes al nombrar a las cosas luchan contra el atroz destierro del olvido; porque el nombre se convierte en proclama invencible en el tiempo. Porque lo que se nombra queda en la memoria, como material que construye el imaginario colectivo de los pueblos.

Debo decir, para completar la descripción, que Elías Chucair es popular; lo son los temas que ocupan su literatura y goza su obra del reconocimiento del pueblo, que repite sus historias y poemas, apropiándose de ellos.

Lo popular es, en el arte, una categoría que se puede definir con pocas palabras: es lo que le gusta a la gente. Las imágenes y relatos que transmiten los escritores populares no necesitan explicaciones para llegar al corazón de sus lectores y provocar el cosquilleo de la emoción. Dicen, los detractores de lo sencillo, que escribir de esa manera no requiere talento. Ignoran que la capacidad de emocionar está reservada a quienes tienen leal sensibilidad por las cosas simples, un privilegio de los espíritus mansos.

Elías Chucair es padentrano, nombrador y popular. Estas condiciones se muestran en esta selección retrospectiva de su obra poética. Transitar por las páginas de este libro es como dejarse envolver por un poncho de nostalgias sureñas, que acaricia y hace soñar; para andar caminos ásperos y dolientes, cálidos y afectivos, y finalmente arribar al alto mollal donde el viento alguna vez perdió una copla.

La obra inmensa

La obra completa de Elías Chucair es inmensa, y está distribuida en una abundante producción que comprende algunas ediciones de autor hacia fines de los años 60; una serie de cuadernillos impresos en rotaprint entre 1983 y 1997, recuperados por el Fondo Editorial Rionegrino (FER) en el volumen “Ayer, aquí” de 2022, compilados por Julia Chaktoura,  donde este cronista tuvo de nuevo el honor de ser prologuista; y los 35 libros editados por los sellos antes nombrados, con el esmerado cuidado de la mencionada editora.  Chucair no vendió nunca sus libros, los obsequiaba a sus amigos, a las escuelas y los centros culturales. Algunos pocos ejemplares se han comercializado, y están prácticamente agotados. Por fortuna casi todas sus obras se pueden hallar en las bibliotecas públicas y populares, los sitios preferidos del gran escritor patagónico.

En el año 2022 la Legislatura de Río Negro sancionó la ley que establece como “Día del Escritor Rionegrino” la fecha del 30 de julio, en conmemoración del fallecimiento de Elías Chucair. En septiembre de ese año, en el marco de un Encuentro Literario se inauguró la Biblioteca y Centro Cultural Elías Chucair, en la casa donde el autor vivió y escribió durante más de 40 años.

Fuente: Alerta Digital

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