Del viaje de Darwin en el “Beagle†hasta la doctrina de la evolución/Por Claudio GarcÃa
El viaje de Darwin como “naturalista†en el “Beagleâ€, bajo el mando de Fitz Roy, desde 1831 a 1836, le permitió concretar numerosas observaciones botánicas, zoológicas y geológicas...
Un 9 de enero de 1834, cuando el "Beagle" ancló en cercanÃas de la bahÃa San Julián, Charles Darwin encontró la mitad del esqueleto de un cuadrúpedo del tamaño de un camello, que le hizo escribir: “Este continente ha debido vomitar en lo antiguo monstruos inmensos. Hoy no encontramos más que pigmeos, si comparamos los animales que lo habitan a las razas madres extinguidasâ€. Un ejemplo de cómo por estas tierras el naturalista británico hizo su propia 'evolución' hacia las ideas que después plasmarÃa en sus obras.
El viaje de Darwin como “naturalista†en el “Beagleâ€, bajo el mando de Fitz Roy, desde 1831 a 1836, le permitió concretar numerosas observaciones botánicas, zoológicas y geológicas que le servirán de base para elaborar la teorÃa de la evolución de la naturaleza orgánica, considerada hoy, sin discusión, un jalón en la historia de la investigación cientÃfica.
Luego de su regreso a Inglaterra, Darwin se instaló en Down, cerca de Londres, y allà dedicarÃa el resto de su vida al trabajo cientÃfico, a la elaboración de su doctrina.
Asà se sucedieron los libros “Del origen de las especies por vÃa de la selección natural†(1859), “La modificación de los animales y plantas en estado domesticado†(1868), “El origen del hombre y la selección sexual†(1872), Éste último se publicó también con el nombre de “El origen del hombre†(The origin of man). Posteriormente publicó “La expresión de emociones en el hombre y en los animales†y varios artÃculos, entre ellos, “La selección sexual en los monos (1876), “El estudio biográfico de una criatura†(1877), “El color de los sexos en algunas mariposas†(1880) y “Sobre la modificación de una raza de perros callejeros sirios por medio de la selección sexual†(1882). Otros artÃculos fueron condensados en la obra “Efectos de la fecundación cruzada y de la autofecundación en el reino vegetal†(1877). Escribió mucho más. Hay tres artÃculos publicadas en 1881 titulados “El movimiento de las plantasâ€, “El movimiento de las hojasâ€, “Detrimento de las hpojas a causa de la radiación nocturnaâ€. Los estudiosos destacan también la monografÃa “La formación de la tierra vegetal por medio de la acción de las lombrices y observaciones sobre su modo de vivir†(1881). El cuaderno de anotaciones de los años 1837-1838 fue expuesto también en distintos artÃculos. Muchos dicen que después “Del origen de las especies por vÃa de la selección natural†y de “El origen del hombre†su obra se dispersó, se dirigió por distintos caminos.
En realidad todas sus obras están ligadas entre sà y reafirman la idea central de la evolución de la naturaleza orgánica.
Lo cierto es que se puede rastrear de los testimonios que dejó el viaje del Beagle gran parte de la propia “evolución†de Darwin hacia las ideas que después plasmarÃa en sus obras.
Se puede decir que después de conocer las Islas Galápagos, situadas frente a las costas del Ecuador, cuando ya el Beagle habÃa surcado las costas del sur americano, Darwin se terminó convenciendo lo que serÃa el eje de su teorÃa.
Porque fue allà que observando la distribución de varias especies de pinzones en las distintas islas, que presentaban ambientes diferenciados a pesar de la cercanÃa, imaginó un mecanismo para la variación de las especies, que serÃa el fundamento de la teorÃa de la evolución .
La selección natural como causa primera de la evolución y la incidencia de estos conceptos en la conformación de la naturaleza del ser humano. Que las especies se transforman, no son inmutables, cambian bajo la influencia del medio ambiente y las condiciones de vida.
Pero antes de conocer esas islas, en su paso por nuestro actual territorio argentino, indudablemente comenzó a pensar que habÃa causas materiales que ocasionaban la variabilidad de las especies, alejándose asà de la doctrina de la creación y la inmutabilidad de las especies que se apoya en la Biblia.
Darwin llegó con el Beagle a la desembocadura del rÃo Negro y en la región del actual sur bonaerense, siguiendo la lÃnea de postas protegidas del ataque de los indios, hizo anotaciones sobre aspectos geológicos, paleontológicos, botánicos y faunÃsticos.
Descubrió el yacimiento fosilÃfero de Punta Alta, de donde extrajo restos de un caballo fósil y un megaterio, además de otros correspondientes a mamÃferos extinguidos desconocidos hasta entonces, como el celidoterio, el glosoterio, el milodonte, la macrauquenia y el toxodonte.
Cerca de las costas de BahÃa Blanca –a fines de 1832-, Darwin descubrió restos de fósiles de antiguos desdentados y roedores. Según explicó Platonov: “Estos restos recordaban mucho a los representantes de los mismos grupos que actualmente viven en Sud América, aunque se diferenciaban de ellos por una serie de caracteres definidos. Estas comprobaciones conmovieron profundamente al estudiosoâ€.
Y asà lo señalarÃa Darwin en una carta a Haeckel: “Nunca olvidaré mi sorpresa cuando extraje un enorme trozo de caparazón que era similar a la coraza de un armadillo. Cuando reflexioné sobre este hecho y lo comparé con algunos fenómenos similares, me pareció posible suponer que las especies muy emparentadas tuvieran un origen común a partir de una forma básica. Pero luego de algunos años pude comprender cómo podÃa estar cada forma tan perfectamente adaptada a condiciones de vida particularesâ€.
La misma impresión que seguramente tuvo Darwin cuando en cercanÃas de la bahÃa San Julián, donde ancló el Beagle un 9 de enero de 1834, y encontró la mitad del esqueleto de un cuadrúpedo del tamaño de un camello, que le hizo escribir: “Este continente ha debido vomitar en lo antiguo monstruos inmensos. Hoy no encontramos más que pigmeos, si comparamos los animales que lo habitan a las razas madres extinguidasâ€.
Hay otro testimonio referido a la experiencia por tierras sudamericanas donde ya Darwin percibe que la variabilidad es inherente a todos los organismos vivos. “Sabemos también que los caballos que se han importado a las islas Falkland –escribe por Malvinas-, después de una serie de generaciones, han llegado a ser más pequeños y débiles, mientras que los que han retrogradado al estado salvaje de las Pampas han adquirido una cabeza más fuerte y común...â€.
Quizás en el contacto con los habitantes de Tierra del Fuego avanzó también en la idea original de que el empleo de herramientas constituye a la vez causa y efecto del caminar sobre dos piernas, con la consiguiente liberación de las manos (Darwin fue el primero en formularla).
Asà escribió: “El acto de arrojar una piedra con la precisión con que lo hace un indÃgena de la Tierra del Fuego, sea para defenderse, sea para matar un pájaro, exige la perfección más consumada en la acción combinada de los músculos de la mano, del brazo y de la espalda y de un sentido táctil bastante fino. Para echar una piedra o una lanza, como para muchos actos, el hombre debe afirmarse sobre sus pies, lo cual exige aún la coadaptación perfecta de una porción de músculos...â€.
La unidad del género humano, que los distintos grupos humanos no evolucionaron de “razas primitivamente distintasâ€, también ya fue sugerido por Darwin en su paso por Tierra del Fuego: “...durante mi estancia con los indÃgenas de la Tierra del Fuego, a bordo del Beagle, me causó profunda sorpresa al observar en estos últimos gran número de rasgos de carácter que evidenciaban cuán parecida era a la nuestra su inteligencia...â€.
Al margen de la experiencia en terreno de Darwin en nuestras tierras, hay que mencionar también la influencia en su teorÃa de los aportes epistolares que le realizara el médico y naturalista Francisco Javier Muñiz, precursor de la paleontologÃa argentina, en especial sobre la vaca ñata (vaca con el hocico aplastado o deformada), una rara especie extinguida. Darwin precisamente lo cita en su “Del origen de las especies por vÃa de la selección naturalâ€.
BibliografÃa: Charles Darwin. El origen del hombre. Ediciones Selectas Sela. 1958. E. Veselov. La evolución de la vida. Editorial Cartago. 1964. S. Platonov. Darwinismo y filosofÃa. Editorial Lautaro. 1963. Carl Sagan. Los dragones del edén. Editorial Grijalbo. 1977.

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