La poesÃa no está en cuarentena/Por Jorge Castañeda
La poesÃa no está aislada ni tampoco en cuarentena. Está con nosotros. Es tan vieja como el mundo y goza de buena salud.
La poesÃa no está aislada ni tampoco en
cuarentena. Está con nosotros. Es tan vieja como el mundo y goza de buena
salud.
Los que estamos en aislamiento obligatorio somos los poetas. Los que cada dÃa despertamos con un verso en los labios. Con los que abrimos un libro y nos encontramos con ella. La PoesÃa vive en cada canción, en cada paisaje, en cada afecto, en cada muestra de cariño. Un poco todos somos poetas.
Y en estos tiempos en que a veces me pasa como dijo Petrarca que “tiemblo en el verano y y ardo en el inviernoâ€, salgo en defensa de la PoesÃa, aunque ella no precisa defensa alguna, se defiende sola y muy bien lo hace.
La veo que sale de los anaqueles de mi biblioteca y me busca. En grandes batallones recorre las habitaciones de mi casa y con su aldaba de versos llama a mi puerta. Y yo la atiendo, porque ella es mi amiga desde los años de mi niñez.
La PoesÃa –repito- no anda en cuarentena. Camina por las calles, sale de compras al supermercado, habita hasta en los lugares que menos pensarÃamos: en la copa de los árboles, en el gorjeo de los pájaros, en el silencio de los campos, en las hojas del otoño.
La PoesÃa tiene mucha paciencia y sabe esperar que alguien la lea, pero sin obligar a nadie. No es obligatoria como la cuarentena. Desfase los entuertos, alegra la vida, trae las manos llenas de música, enjambra el alma como las abejas a un panal de miel, enamora como una mujer coqueta.
La PoesÃa es necesaria. No va a cambiar el mundo, pero es necesaria. Para iluminar el camino del hombre sobre la tierra, para hacernos mejores. Es como una mariposa posada sobre una flor. Una dama que nos espera en un recodo del camino.
Los poetas nos dejamos llevar por ella. ¿Es bueno nuestro oficio? No lo sabemos. Solo que escribiéndola nos llenamos de contentamiento. O abriendo las páginas de un libro porque ella nos habla al oÃdo y nos dice cosas.
Con la PoesÃa las Musas andan sueltas. Es un gusto verla inspirando a los amantes en un parque o cuando la luna riela sobre las aguas del mar.
La PoesÃa no está en cuarentena. No podrÃa estarlo porque si no el mundo serÃa mucho más gris y más triste. La PoesÃa levanta banderas de Amor y salva a los náufragos que han perdido como en el Infierno del Dante “toda esperanzaâ€.
“Alto profeta, cantor, -escribió Armando Tejada Gómez, alumbrador de palabras/ soy el pueblo/ la más vieja memoria de la esperanza/ siglos de caldear el pan/ me han puesto blanca la barba. Nunca olvides cuando pasas/ junto al que sueña y trabaja/ que con mi pan/ y la música de tu canción necesaria/ confabulados al viento/ -molinero de distancias-/ a música/ viento y pan/ le vamos haciendo el almaâ€.
Y tiene razón el poeta, la PoesÃa ejerce la primera magistratura del hombre y a las multitudes les va haciendo el alma. Aunque nadie la espera ella le saldará al encuentro como Dios a Saulo en su camino a Damasco. Y será un cada corazón y un cada mente un torbellino, una turbación, pero también una esperanza.
“¿Nosotros, los poetas?â€, se preguntaba Pablo Neruda, gran poeta de Chile. SÃ, nosotros los poetas mantendremos su lámpara encendida para que de su lumbre aún en la oscuridad más soterrada. Porque la PoesÃa es una chispa que salta del leño, un rayo resplandeciente, unas támaras bajo el sol, una vertiente entre los cerros, un puente de siete colores cuando termina de llover, una pluma en el viento, un guijarro que arrastra el rÃo.
Hoy, 15 de mayo de 2020, en pleno aislamiento, como Jaime Dávalos “saco a pasear mi poesÃa por la tardeâ€. Y ella se va por los caminos buscando el hueco de una mano amiga como un pajarito herido. Pero va transparente y lúcida bajo el cielo de este otoño triste a cumplir su misión: Alegrar como el vino el corazón del hombre y acompañarlo en su soledad.
Para eso está la PoesÃa porque a veces uno está como dijera Salvatore Quasimodo “solo sobre el corazón de la tierra/ traspasado por un rayo de sol; y enseguida anocheceâ€. Sà anochece para nosotros los hombres, porque esa es la ley natural, pero ella la poesÃa vivirá para siempre.

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