El dÃa que recuperamos las Islas Malvinas/Por Claudio GarcÃa
Un cuento de ficción de Claudio GarcÃa que se encontraba inédito, que tiene algunos componentes de tipo pedagógicos sobre Malvinas,.
“Haciendo Escuela RÃo Negro†(https://haciendoescuelarn.educacionrionegro.edu.ar/) es un portal de contenidos educativos multimediales del Ministerio de Educación y DDHH de la provincia. Está destinado a docentes, estudiantes y familias con una gran diversidad de recursos educativos de uso libre para ver, escuchar y leer. Con motivo del 2 de abril se incluyó allà “El dÃa que recuperamos las Islas Malvinasâ€, un cuento de ficción de Claudio GarcÃa que se encontraba inédito, que tiene algunos componentes de tipo pedagógicos sobre Malvinas, más allá del intento de recuperación de esa parte de nuestro territorio en 1982 donde se llegó al conflicto bélico con el imperialismo inglés. Reproducimos el video (https://www.youtube.com/watch?v=8kIYi5iiQkw) que se encuentra en el sitio, donde el autor lee el relato, que además lo sumamos para su lectura. También en el sitio se subió un poema del mismo autor “¿Dónde pueden estar mis viejos zapatos?â€, que alude en una parte a la guerra (https://www.youtube.com/watch?v=eirAdJSHZnc). Y en otro video, junto a testimonios de Veteranos de Guerra de Malvinas y docentes, Claudio GarcÃa se refiere también a la motivación que lo llevó a escribir aquel cuento (https://www.youtube.com/watch?v=srQ5VzL16AA)
EL DÃA QUE RECUPERAMOS LAS ISLAS MALVINAS
Los kelpers –asà denominaban, en forma despectiva, los propios ingleses a los malvineros- tenÃan un único diario en las islas, el “Penguin Newsâ€.
En abril del 2015 comenzaron a aparecer en ese medio algunas noticias que hablaban de extrañas muertes de ovejas en las estancias.
Los que habÃan sido afectados, explicaban que encontraron animales en parte devorados, pero sin que pudieran identificarse rastros de garras o dientes propios de algún animal salvaje.
Lo raro es que desde fines del siglo XIX que no habÃa depredadores en Malvinas que pudieran causar la muerte de ovejas.
El denominado “zorro malvineroâ€, que tenÃa un aspecto similar al zorro colorado o zorro culpeo de la Patagonia, pero con un color pardo-amarillento, fue exterminado entre 1873 y 1876 por ganaderos escoceses que lo culparon precisamente de diezmar sus majadas. HabÃa también una especie de jabalà en las islas que siguió el mismo camino de la extinción. Desde la presencia del hombre en ese territorio siempre hubo perros domésticos, entrenados en su mayorÃa para conducir a los grupos de ovejas, pero no cimarrones que pudieran atacarlas para alimentarse.
Por otra parte, no eran pocos los animales que se empezaron a encontrar muertos. Se hablaba de decenas en distintos campos cercanos a Puerto Argentino.
Para agosto del 2015 habÃan pasado a cientos y por eso los titulares del “Penguin News†fueron creciendo en tamaño, al igual que el reclamo a las autoridades.
Para esa época también ya se comentaba en las islas la aparición de avispas en la capital y en los cascos de estancias, pero como una curiosidad dado que no habÃa antecedentes en el pasado de ese tipo de insecto. Nadie sin embargo, hasta ese momento, denunció que recibiera alguna picadura ni relacionó las avispas con la muerte de ovinos. Recién en enero del 2016 comenzó a preocupar que además del aumento en la mortandad de ovejas, misteriosamente devoradas, se descubrieron perros, animales de granja y aves también mutilados. Paralelamente, ya habÃa alarma por la mayor presencia de avispas, enjambres que aquà y allá sobrevolaban el casi desolado paisaje malvinero.
Algunos kelpers ahora sà especularon que podÃa haber algún tipo de relación entre la muerte de animales y la presencia de avispas. Sobre todo cuando distintas personas dijeron ser vÃctimas de ataques y que no se trataba de picaduras, sino de minúsculas mordeduras, pequeñas heridas similares a las que quedan cuando alguien inconscientemente se rasca un grano y desgarra esa fracción de piel.
En realidad muchos estaban ya seguros que los hechos que se venÃan registrando desde hacÃa un año en las islas tenÃan origen en esas avispas.
Aunque el “Penguin News†lo ignorara, el que podÃa echar un poco más de luz sobre la aparición de esos insectos y sus caracterÃsticas era Tim Miller, un cultivador de hortalizas en invernaderos que tenÃa su establecimiento a unos 20 kilómetros al sur de Puerto Argentino, camino al reconocido campo ovejero Fitz Roy.
Miller habÃa progresado con el negocio de sus verduras desde el fin de la guerra en
1982, cuando los argentinos intentaron recuperar esa parte de su territorio.
Terminado el conflicto, Gran Bretaña decidió dedicar mayor atención a sus súbditos del Atlántico Sur. Por eso, radicó en forma permanente un destacamento de soldados, convirtió a las islas en base de operaciones de naves británicas y movimientos militares regulares, fomentó la explotación pesquera y otras actividades económicas, y autorizó remesas de dinero para hacer más confortable la vida a los kelpers. Asà la huerta de Miller creció para abastecer la demanda de alimentos de la base militar, de los cruceros que empezaron a pasar por las islas en función de la atención mundial que habÃa generado la guerra y el mayor poder adquisitivo de los kelpers.
Pero el horticultor malvinero empezó a tener problemas con plagas locales que afectaban su producción y no encontraba el producto justo para revertir los daños. Una vez leyó en una revista, de las que llegaban regularmente desde Inglaterra a las islas, que habÃa una serie de avispas y ácaros que se utilizan para controlar plagas comunes en las huertas. Asà como en el mar “el pez grande se come al chicoâ€, estos insectos le hincaban el diente a otros de menor dimensión que afectaban las verduras. Este tipo de “control biológico†cada vez era más común en las producciones agropecuarias de Europa.
Lo cierto es que Miller se contactó con un importador inglés que le garantizó que habÃa unas avispas que funcionaban muy bien para combatir las plagas que estaban poniendo en peligro el futuro de sus invernaderos. Se hizo el negocio y finalmente algo asà como unas 50 mil avispas fueron cargadas –en paquetes acondicionados tanto para sobrevivir como para no escapar- en un avión de la Fuerza Aérea Británica que usualmente llevaba provisiones a las Malvinas y tras poco más de 13 mil kilómetros de recorrido llegaron a destino y fueron retiradas por Miller.
Según de qué medio ambiente se trate la naturaleza va mutando, eso ya lo descubrió Darwin en el siglo XIX. Y lo cierto es que con las avispas que llegaron a las Islas Malvinas pasó algo de eso.
El clima y el contexto natural del Atlántico Sur no es obviamente el mismo que en Inglaterra y lo cierto es que las avispas que allá en el hemisferio norte se conformaban con alimentarse de ciertas plagas naturales propias de una huerta, en Malvinas primero escaparon del lÃmite de los invernaderos y luego se volvieron sedientas de sangre y encontraron en las ovejas y en otros seres vivos un alimento más satisfactorio. Es asà que para fines del 2018 y principios del 2019 la plaga ya era incontrolable y cada vez más tanto la población estable como la que permanecÃa temporariamente en las islas, fundamentalmente la militar, vivÃa aterrorizada por el continuo ataque de las avispas.
Por suerte las Malvinas, a pesar de ser parte de la plataforma continental argentina, se encuentran a una distancia considerable del continente como para que esos insectos asesinos encararan el mar abierto y viajaran hacia allá.
Los británicos, por supuesto, no iban a dejar que esa plaga los expulsara de las islas. Las consideraban un enclave colonial estratégico por su ubicación en el corazón del Atlántico Sur, por los recursos naturales adyacentes y la proyección antártica. Mandaron cientÃficos y recursos de todo tipo para encontrar una solución al problema, pero fue inútil. No encontraron tóxicos o quÃmicos capaces de diezmar a las feroces avispas. Pensaron en otros insectos, parásitos o pájaros que fueran capaces de alimentarse con los enjambres y asà exterminarlos o, por lo menos, llevarlos a su mÃnima expresión. Planificaron distintas estrategias que fracasaron sistemáticamente y el desánimo y confusión en los funcionarios y el parlamento británico por el hecho que una Nación de tanta tradición imperial no pudiera derrotar a unos bichos en aquel enclave colonial lejano, contribuyó aún más a que se alejara decididamente la posibilidad de encontrar una solución.
Para el 2020 la vida en las islas se hizo insoportable y de a poco cada una de las familias fue haciendo las valijas para retornar a Gran Bretaña. El gobierno británico mantuvo por un tiempo el destacamento militar, dado los intereses que estaban en juego, pero al final tuvo que dar la orden de evacuar definitivamente las islas.
Lo que no pudo la cancillerÃa argentina por décadas y décadas de reclamos diplomáticos, la solidaridad de gran parte de los paÃses del mundo con el reclamo argentino y el intento de recuperación de 1982, lo logró finalmente una plaga de avispas devoradora de carne.
Los argentinos, que habÃan seguido con atención la evolución de esos sucesos, no podÃan ocultar una gran satisfacción ante el abandono de las islas por parte de los ocupantes ilegÃtimos y que ya no existiera esa “espada de Damocles†para toda la región de una base militar imperial en el Atlántico Sur.
Nuestra “hermanita perdidaâ€, como poéticamente Atahualpa Yupanqui llamó a las Malvinas, podÃa regresar a casa, pero ¿cómo hacerlo con un territorio invadido de unas avispas tan feroces?
Un biólogo, no obstante, venÃa pensando una solución desde mucho antes de la migración de kelpers y británicos de Malvinas a su territorio de origen y estaba convencido de haberla encontrado.
Dado que integraba una institución estatal prestigiosa, no tuvo problema en tomar contacto con altas autoridades del gobierno nacional y dar a conocer su plan para desembarcar en las islas y en un plazo no tan extenso exterminar a las avispas, de manera que el territorio pudiera ser nuevamente habitable, esta vez para sus legÃtimos dueños.
Una estrategia exitosa no causarÃa algún nuevo intento de retorno de los británicos, ya que ahora ni siquiera tenÃan la excusa de que se veÃan obligados a intervenir en defensa de unos súbditos de su imperio.
El biólogo, que casualmente se apellidaba Rivero, como aquel gaucho que en 1833, a unos ocho meses de la ocupación británica de las Malvinas, lideró un alzamiento para recuperarlas en Puerto Soledad, durante años habÃa experimentado con las llamadas plantas carnÃvoras como un método exitoso para combatir a los mosquitos propagadores del dengue.
Aunque vulgarmente se cree que las plantas carnÃvoras son tÃpicas de ambientes de clima tropical o subtropical, en realidad hay especies de las llamadas Sarracenia y Drosera que no sólo crecen muy bien en climas templados, sino que incluso toleran temperaturas bajo 0 y de hecho están presentes en el sur chileno y argentino.
Rivero, con ayuda de otros cientÃficos, manipuló genéticamente esas plantas para tener mejor éxito en el combate de mosquitos y otros insectos, tanto para erradicar enfermedades en grupos humanos como plagas en cultivos y en la vegetación natural de determinadas regiones. Entre otros insectos con los que experimentó en forma exitosa, se encontraba también un tipo de avispa, la asiática, que tenÃa varios antecedentes en el mundo de convertirse en plaga para la agricultura y ser depredadora de abejas y otros insectos beneficiosos.
Cuando Rivero prestó atención en el 2016 a lo que pasaba en Malvinas con unas avispas, comenzó a investigar en secreto sobre esa plaga y elaborar una plan para combatirla a través del método de las plantas carnÃvoras que habÃa desarrollado con tanto éxito. Fue avanzando asà en la certificación de qué especie de avispa se trataba, de por qué se habÃa vuelto tan agresiva y aficionada a alimentarse con carne de animales y humanos como resultado de las caracterÃsticas ambientales y climáticas malvineras, y con ese diagnóstico manipular genéticamente las especies de plantas carnÃvoras más adecuadas para que en un plazo de pocos meses pudieran llevar al lÃmite de la extinción a los enjambres.
En secreto, a principios del 2022, un equipo de militares y cientÃficos argentinos desembarcó en Puerto Argentino con los equipos y materiales biológicos necesarios para comenzar el operativo de combate de las avispas y reincorporación efectiva de las Islas Malvinas al territorio nacional.
Se implantaron las plantas carnÃvoras en lugares estratégicos y previamente estudiados y se fijó un tiempo prudente de veda para que las mismas cumplieran con su trabajo. Se dejaron instalados y resguardados al mismo tiempo equipos que en forma constante podÃan certificar la presencia de los enjambres a través de la medición de las ondas sonoras generadas por los zumbidos de las alas de las avispas y su transmisión a instalaciones ubicadas en la costa patagónica para constatar la eficacia o no del proceso de erradicación de la plaga.
En el plazo de dos años, cuando el mundo prácticamente se habÃa olvidado de aquellas islas del Atlántico Sur disputadas diplomáticamente por más de un siglo y medio entre argentinos y británicos pero también con una guerra cruenta, los zumbidos de las avispas dejaron de ser detectados y con confianza el gobierno argentino decidió una nueva misión para certificar la situación de las islas.
Y asà el 2 de mayo del 2025, fecha que tenÃa un fuerte contenido simbólico por ser el aniversario del crimen de guerra del hundimiento del buque General Belgrano, los argentinos, con una ceremonia en la capital malvinera, hicieron conocer al mundo la recuperación de las islas y la radicación de una población estable. En ese acto, además, se presentó una nueva versión de la bandera de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, donde a los colores naranja y azul, la franja blanca central en diagonal con forma de albatros, y las estrellas representando la Cruz del Sur originales, se agregaron los dibujos de una avispa y una planta carnÃvora.

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